En este blog, es raro que se comente una serie, pero sin duda, esta tenia que serlo. SUPERESTAR podría haber sido muchas cosas: ¿Una comedia nostálgica sobre los días dorados de la telebasura? ¿Un drama biográfico sobre Tamara/Yurena y su peculiar ascenso a la fama? ¿O tal vez un experimento raro de Nacho Vigalondo, con Los Javis detrás, que mezclaría todo eso con un toque de locura?. La verdad es que SUPERESTAR es un poco de todo, y aunque no siempre logra atar todos los cabos, hay algo en su caos que te atrapa. Con Ingrid García-Jonsson liderando un reparto estelar y seis episodios que oscilan entre lo conmovedor y lo extravagante, esta serie sobre el tamarismo —ese fenómeno tan español de los 2000 que convirtió a personajes excéntricos en estrellas de la tele— es una experiencia única, aunque no sin tropiezos.
Los comienzos artísticos de la cantante Yurena, que se dio a conocer como Tamara; un fenómeno que se convirtió en un auténtico icono popular del inicio de la década de los 2000, tras el lanzamiento de la canción 'No cambié' y de su posterior álbum 'Superestar'.
La serie se centra en el ascenso y las complejidades del tamarismo, un movimiento cultural que desmontó las leyes de la fama y el éxito al llevar a figuras marginales al prime time de la televisión española, particularmente a través de programas como Crónicas Marcianas (rebautizado aquí como Tiempo de Marte). Vigalondo, conocido por su habilidad para transformar premisas simples en laberintos narrativos (LOS CRONOCRIMENES,COLOSSAL), opta por un enfoque coral, dedicando cada episodio a un personaje diferente del entorno de Tamara: desde su madre, Margarita Seisdedos (Rocío Ibáñez), hasta figuras como Leonardo Dantés (Secun de la Rosa) o Loly Álvarez (Natalia de Molina). Este recurso, inspirado en obras como podría ser la película VELVET GOLDMINE (1998), permite explorar el fenómeno desde múltiples perspectivas, ofreciendo un retrato fragmentado pero rico de una era definida por la telebasura y la fascinación por lo excéntrico y a la que doy gracias por haber vivido en primera persona en mi adolescencia.
Uno de los mayores aciertos de SUPERESTAR es su tono. Vigalondo junto a sus guionistas, evitan caer en la burla fácil o en la glorificación simplista de sus personajes. En lugar de eso, la serie encuentra un delicado equilibrio entre el patetismo inherente a estas figuras y un respeto genuino por su humanidad. El retrato de Tamara, interpretada por una magnética Ingrid García-Jonsson, no la presenta ni como mártir ni como caricatura, sino como una mujer atrapada entre su sueño de ser una estrella pop y la maquinaria mediática que la devoró. Secún de la Rosa, en particular, brilla como Leonardo Dantés, ofreciendo un arco emocional que combina humor, fragilidad y anhelo, convirtiéndose en el corazón de la serie. El elenco, completado por actores como Julián Villagrán, Pepón Nieto, Carlos Areces y Natalia de Molina es impecable, aportando profundidad a personajes que podrían haber caído en la parodia.
Sin embargo, SUPERESTAR puede tener algunos problemas con cierto tipo de espectadores. La serie abraza un estilo narrativo que mezcla realismo con elementos fantásticos y surrealistas, como conspiraciones esotéricas o metáforas visuales que aluden a la dualidad de los personajes. Si bien estas licencias creativas enriquecen la experiencia en momentos clave —como el episodio piloto o el dedicado a Loly Álvarez—, en otros casos, particularmente en los capítulos 4 y 5, la trama se desvía hacia lo excesivamente onírico, sacrificando la conexión emocional con los personajes (aunque el quinto, con el maravilloso titulo de: Tony Genil y las "losers" de bohemia, es mi capitulo favorito). Estas digresiones, aunque visualmente interesantes, pueden rompen el ritmo y dificultan que la serie mantenga una coherencia narrativa. La sensación es que Vigalondo, en su afán por experimentar, a veces puede perder de vista el núcleo emocional de la historia.
Otro aspecto que genera división es la representación del "tamarismo". La serie se propone reivindicar a estas figuras como outsiders que desafiaron las normas de la fama, pero no siempre logra trascender el estigma de la telebasura. Algunos espectadores pueden encontrar que SUPERESTAR romantiza en exceso una época marcada por la explotación mediática, mientras que otros podrían sentir que no profundiza lo suficiente en las consecuencias psicológicas y sociales de esa exposición. Esta ambigüedad, aunque intencional, deja un regusto agridulce, como si la serie no terminara de decidir si quiere ser un homenaje o una crítica. La producción, respaldada por Los Javis, es de altísima calidad, con una dirección de arte que captura la estética kitsch de los 2000 y una banda sonora que evoca la nostalgia sin caer en el cliché.
En definitiva y resumiendo: SUPERESTAR no es una serie, es un espejo roto. De esos que deforman la imagen no para burlarse de ella, sino para mostrar lo que normalmente se oculta: las grietas del deseo, la sombra de la fama, la risa congelada del que se expone sin red. Su universo no está diseñado para la comodidad del espectador medio. Aquí no hay indulgencia. Tampoco redención fácil. Solo una invitación peligrosa: mirar lo absurdo con ternura y lo cruel con inteligencia. Quien entre esperando una narración convencional, se quedar confundido o molesto. Porque SUPERESTAR no busca complacer, sino perturbar. Y lo hace con un lenguaje visual que coquetea con lo grotesco. Hay belleza, sí, pero es una belleza sucia, incómoda, como un diamante caído en una cloaca. La serie se planta en un capítulo olvidado —o peor, caricaturizado— de la cultura española, y lo rescata con una sensibilidad que bordea lo inclasificable: entre el esperpento valleinclanesco y la melancolía de un álbum de fotos que ya nadie quiere mirar. El resultado es una experiencia fragmentaria, brillante a ratos, fallida en otros… pero siempre valiente. Porque hay que tener agallas (y algo de locura) para jugar con los códigos del espectáculo y desmontarlos desde dentro, sin caer en el cinismo fácil. SUPERESTAR, en definitiva, es como ver un desfile de fantasmas con peluca y lentejuelas: grotesco, sí, pero también profundamente humano. Por ello y por su excelente elenco, sin duda, es de las mejores series de este 2025. Guasamen.