Dangerous Animals (2025)

 

Hay algo irresistible en esas películas de terror que abrazan la locura de sus premisas sin vergüenza: tiburones, sangre y un villano tan desquiciado que te hace dudar si reír o taparte los ojos. DANGEROUS ANIMALS, dirigida por Sean Byrne, intenta surfear esa ola mezclando thriller de supervivencia con terror marítimo.

Zephyr, una surfista inteligente y de espíritu libre, que es secuestrada por un asesino en serie obsesionado con los tiburones. Cautiva en su barco, debe averiguar cómo escapar antes de que él lleve a cabo un ritual de alimentación a los tiburones.Byrne, que ya nos dejó THE LOVED ONES (2009) y THE DEVIL´S CANDY (2015), demuestra que sigue sabiendo generar tensión. El arranque engancha: una pareja de turistas es devorada en una excursión de buceo, y en apenas unos minutos Tucker queda definido como un psicópata carismático que esconde su sadismo tras una sonrisa de guía turístico. Jai Courtney está soberbio, alternando encanto y amenaza con una mirada que recuerda al Robert Englund más inquietante. La fotografía de Shelley Farthing-Dawe captura la belleza inquietante del océano con tiburones reales, un detalle refrescante frente al CGI exagerado de esas cintas de tiburones que no pasan de la mediocridad. Y la música de Michael Yezerski, con crescendos que saben apretar los nervios, brilla especialmente en una pelea en la cubierta tan física que casi puedes sentir el golpe. Momentos como una cena en silencio, con Tucker comiendo solo bajo la cámara fija, destilan una incomodidad que se clava.


El problema está en el guion de Nick Lepard. La idea de un asesino que usa tiburones como arma es oro puro, pero la historia pierde fuelle tras el primer acto. Zephyr, con la mezcla de fuerza y fragilidad que le da la actriz Hassie Harrison, es una buena protagonista, aunque su arco sea predecible: la típica “final girl” superando traumas para sobrevivir. Moses, el interés romántico, queda en tierra de nadie, y los secundarios apenas tienen tiempo para dejar huella. La cinta quiere hablar de todo –la psicología de Tucker, el pasado de Zephyr, la fascinación por los tiburones– pero termina recayendo en diálogos cliché tipo “Soy el verdadero depredador aquí” y monólogos explicativos que rompen el ritmo.


Técnicamente hay momentos interesantes: los interiores del barco transmiten claustrofobia, la cubierta se siente peligrosa y las escenas de ataque tienen un punto salvaje. Pero el montaje se resiente con un primer acto alargado y un final con demasiados “falsos finales” que desgastan la tensión. El maquillaje práctico de las mordidas es brutal, aunque algunas tomas acuáticas se ven artificiales y sacan de la inmersión. La película tiene potencial, pero la ejecución se queda a medio camino entre thriller psicológico y espectáculo de serie B.


En definitiva y resumiendo: En el panorama del terror de 2025, DANGEROUS ANIMALS se distingue por atreverse con algo raro –no todos los días ves un slasher con tiburones– y por marcar el regreso de Byrne tras una década. Es una propuesta valiente y diferente, con un villano para recordar y escenas potentes, pero que se pierde entre lo que quiere ser y lo que termina siendo. Si aceptas el caos, puede ser una sesión de cine entretenida; si buscas algo sólido, aquí hay más espuma que marea.