La industria del cine, en su incesante búsqueda por cautivar y entretener, a menudo realiza narrativas que trascienden la realidad para sumergirnos en lo fantástico y lo escabroso. "ARDE, BRUJA, ARDE", dirigida con precisión por Sidney Hayers en 1962, se inscribe dentro de este ámbito, presentando un relato que refleja la lucha eterna entre la lógica y lo sobrenatural.
Norman Taylor (Peter Wyngarde) es profesor de Psicología en la pequeña y prestigiosa universidad británica de Hempnell. Allí vive plácidamente con su esposa Tansy (Janet Blair) disfrutando de una acomodada posición y de un notable prestigio académico: sus alumnos lo adoran y sus compañeros lo admiran (y envidian). Un fin de semana, Norman descubre que su mujer realiza pequeños rituales mágicos y confecciona amuletos con los que pretende proteger su hogar y la carrera de su marido frente a las asechanzas externas. Racionalista y escéptico, Norman la obliga a a abandonar esas actividades y a rechazar cualquier tipo de superstición. Sin embargo, a partir de ese momento, la tranquilidad desaparece y sus vidas llegan a adquirir tintes trágicos.
Desde sus primeros fotogramas, la película nos lleva de la mano hacia un universo donde la lógica y el ocultismo luchan por la supremacía. El guion, adaptado por Richard Matheson y Charles Beaumont a partir de la novela "Conjure Wife" de Fritz Leiber, se enfoca en la vida del profesor Norman Taylor y su esposa Tansy. La trama gira en torno al descubrimiento por parte de Norman de que su éxito profesional y personal se debe a las prácticas de brujería de Tansy. La cinematografía, obra de Reginald H. Wyer, captura magistralmente la tensión creciente, con encuadres que evocan una sensación de claustrofobia simbólica, reflejando la estrechez entre la realidad y la superstición. La música, compuesta por William Alwyn, acompaña cada momento con una partitura que subraya el misterio sin caer en clichés de películas de terror de su época.
Una de las grandes fortalezas de "ARDE, BRUJA, ARDE" es su capacidad para generar terror sin depender de efectos especiales extravagantes. Es el hábil manejo del suspense, marca de la casa del gran Alfred Hitchcock, el que Hayers emplea para mantener al espectador en vilo. Los elementos sobrenaturales son sugeridos más que mostrados, lo que permite al público sumergirse en un terror más psicológico que visual. La dirección de actores es otra de las joyas de esta producción. Wyngarde y Blair despliegan un abanico de emociones que enfatizan la humanidad de sus personajes pese al entorno sobrenatural que los rodea. Wyngarde, en particular, con una interpretación contenida, articula el escepticismo y la eventual desesperación con una sutileza que resuena junto al espectador.
No obstante, "ARDE, BRUJA, ARDE" no carece de fallos. Algunos podrían argumentar que su ritmo puede percibirse lento para los estándares actuales, y ciertas actuaciones secundarias tienden al estereotipo. A pesar de ello, estos detalles menores no deslucen el resultado final. La película mantiene una narrativa coherente y un estilo que resiste el paso del tiempo. El largometraje es un recordatorio de que el cine de terror no necesita de artificios ostentosos para invocar el miedo. Con una dirección astuta, actuaciones creíbles y una atmósfera cargada de suspense, esta película se erige como una pieza de culto en el género. Su legado reside en el hecho de que, más que una batalla entre la brujería y la ciencia, lo que verdaderamente explora son los terrores que acechan en las sombras de nuestra mente. Sin lugar a dudas, Sidney Hayers forjó una obra que, cual poción mágica, sigue hechizando a generaciones de cinéfilos.
En definitiva y resumiendo: "ARDE, BRUJA, ARDE" es una película que no debe ser pasada por alto por aquellos que buscan entender las raíces del terror psicológico en el séptimo arte. A pesar de haber sido realizada hace más de medio siglo, esta pieza cinematográfica sigue ardiendo con la misma intensidad que en sus inicios, proyectando una luz oscura pero cautivadora sobre los miedos y supersticiones que nos hacen infinitamente humanos. Muy recomendable por mi parte.