Esta es la increíble historia de ascenso y caída de El Pequeño Nicolás, el pícaro español que puso en jaque al Gobierno. Un joven de nombre Francisco Nicolás Gómez Iglesias que, con tan solo 14 años, pasó de relaciones públicas en discotecas a codearse con políticos, empresarios, servicios secretos e incluso la Casa Real. Una vida de negocios, viajes, seducción, palacios, comisiones y fiestas hasta que se ordena su detención en 2014. La docuserie aborda incógnitas y narra, a través de distintos protagonistas y material inédito, los momentos más polémicos de su caso.
Visceral, el documental escarba en los más oscuros rincones de la ambición personal para ofrecer un retrato de un individuo que, siendo al mismo tiempo un reflejo y un motor de cambio, desafía nuestro entendimiento sobre la moralidad. La serie emerge como un juego de espejos en los que se reflejan no solo el personaje en cuestión sino también los engranajes de un sistema (podrido) que permite, y a veces nutre, este tipo de conductas. La producción desdobla la existencia de Nicolás, una persona que desde su más tierna juventud se infiltra en los salones del poder con una sagacidad y audacia propias de un feriante de primer nivel. Su ascenso es un análisis interesante sobre cómo el carisma, el ingenio y cierta egolatría pueden abrir puertas insospechadas, hasta el punto de mezclar talentos de socialización con estrategias que rozan la manipulación en todos los ámbitos importantes de un país.
La elección de recursos visuales como las dramatizaciones potencia el impacto de la serie, permitiéndonos ver con cierta claridad no solo los hechos sino también las posibles motivaciones y consecuencias de las acciones de Nicolás. Son estas elecciones las que engrandecen el documento y lo convierten en un híbrido que seduce tanto a aficionados de las series documentales como a los más acérrimos seguidores del periodismo de investigación. Los testimonios recopilados son el esqueleto de esta obra: Testigos directos del fenómeno, incluyendo los apuntes lúgubres de figuras como Villarejo, cuyas intervenciones destapan un submundo de estrategias y contraespionaje. Estas entrevistas perspicaces son las que sostienen la narrativa y presentan una riqueza de perspectivas que dan credibilidad y profundidad al relato.
La serie evita deliberadamente el didactismo, permitiendo que sean los propios espectadores los que formen sus conclusiones a partir de un collage de relatos y pruebas. A lo largo de la serie, lo que más resuena es la pluma del guionista que, al presentar la historia con tanta densidad, evita caer en la simplificación de etiquetas y en cambio despierta la curiosidad y la sed de conocimiento. En el corazón de "PICARO", yace la paradoja de la inteligencia desmedida y sus posibles derroteros hacia la corrupción intrínseca del alma humana. Así como Icaro en la mitología clásica, Nicolás representa la ambición desenfrenada, subrayando la tragedia inherente en aquellos que vuelan demasiado cerca del sol del poder.
En definitiva y resumiendo: "PICARO: EL PEQUEÑO NICOLAS" no solo es un ejercicio en la biografía de un joven pícaro, sino que es un espejo para los espectadores, una reflexión sobre la naturaleza humana y la idiotez de la sociedad moderna. Aunque a veces se le podría criticar por querer abarcar demasiado, lo cierto es que el documental logra plantear el debate sobre la relevancia del individuo frente a las estructuras de poder y cómo, en su cruzada personal, puede terminar simbolizando los aspectos más oscuros de un entramado social y político.