Cuando su novia desaparece, un hombre mudo (Alexander Skarsgård) se adentra en
el sórdido submundo de un Berlín futurista (año 2056), donde sus acciones
hablarán sin necesidad de palabras.
Había mucho “hype” por la llegada de MUTE (2018) debido a que su director
Duncan
Jones podía por fin llevar su proyecto soñado durante más de 12 años a
la pantalla. El cineasta de MOON (2009) y CODIGO FUENTE (2011)
ha tenido a su lado a los buenos de Netflix que han sido lo suficiente amables
para ayudar a que ese sueño se hiciera realidad (o mejor dicho, esa pesadilla).
MUTE es otra película en la reciente tendencia de
reactivación de BLADE
RUNNER (1982) que parece
estar en auge en la ciencia ficción. BLADE RUNNER 2049 (2017)
mantuvo la franquicia con una historia de tono triste y hermoso (que las
audiencias evitaron principalmente). ALTERED CARBON (también
de Netflix) creó una serie de ciencia ficción que parecía estar ambientada en
el mismo universo de BLADE RUNNER iluminado
por neones y donde llueve constantemente. Ahora MUTE intenta sumar todo lo anterior con
otro sombrío futuro. Las luces de neón zumban, las calles están constantemente
mojadas, y la tecnología se utiliza de manera aplastante, pero eso es,
posiblemente, el único punto positivo de la película y es que la considerable
habilidad de Jones con el lenguaje cinematográfico no se le puede negar.
Lamentablemente, no es suficiente para realizar una película
entretenida. MUTE
es un viaje inconexo y nihilista a través de dos tramas distintas que casi no
tienen nada que ver entre sí, salvo por el hecho de que habitan en el mismo
mundo (exceptuando, un giro de guion muy sobado) Estas dos historias nunca
llegan a ser satisfactorias. El resultado final es una película frustrante,
cargada de potencial, pero sin alma, consiguiendo un total aburrimiento por
parte del espectador. Por un lado la historia de Alexander Skarsgård donde solo se dedica ir de un escenario a otro
buscando a su pareja sin ningún interés en lo que ocurre (donde el director
parece que tampoco le importa mucho) y por otro lado la de los personajes de Paul
Rudd y Justin Theroux en la que parece que realmente el director se quería
centrar más, ya que los personajes tienen potencial y ambos actores tienen una química
en pantalla muy buena, pero son usados de una mala manera (cuando en manos de
otros directores, podía haber sido un dueto acojonante).
Para cuando MUTE llega a su conclusión, te queda una sensación
desafortunada y hueca. La película es tan implacablemente desagradable y
aburrida que solo esperas olvidarla, a pesar de ello, se puede salvar de la
quema la banda sonora de Clint
Mansell y las actuaciones de
Rudd (actuando en el personaje más desagradable de su carrera) y Theroux
pero simplemente no es suficiente.
En definitiva y resumiendo: Jones es un buen cineasta
(como demostró en sus dos primeras películas) pero en MUTE no es capaz de que nada sea
atrayente o entretenido. Parece más un proyecto apasionante del director pero
que no ha sido capaz de plasmar en ningún momento en la pantalla. Una autentica
lastima y una completa pérdida de tiempo.