LA ULTIMA CASA A LA IZQUIERDA (1972) es el debut como director de Wes Craven,
futuro director de PESADILLA EN ELM STREET (1984) y SCREAM
(1996). Licenciado en Letras y Filosofía, encontró en su amigo Sean S.
Cunningham su productor para la ocasión, quien luego dirigiría VIERNES 13 (1980). Obra
de muy bajo presupuesto, la película está filmada en un estilo cercano al
documental. Los actores son principalmente aficionados, sin embargo, David
Hess actuaría en otras películas de terror (incluida TRAMPA PARA UN VIOLADOR de
Ruggero Deodato). Fred Lincoln, que interpreta el
papel de un adicto al sexo, se convirtió en un director de pornografía muy
productivo.
Dos adolescentes, Mari y Phylis, quieren celebrar un cumpleaños acudiendo a un concierto de su grupo preferido, Bloodlust. Pero antes que lleguen a la gran ciudad, son raptadas por un trío de maníacos.
Craven quería hacer una película que mostrara la violencia real en detalle, como se expresaba en las noticias o durante la guerra de Vietnam. LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA describe la terrible experiencia de dos jóvenes perseguidas por matones y adictos al sexo que abusan de ellas para divertirse. Este cine de sadismo intransigente hace que el espectador sea testigo de abusos indecibles y desagradables y que empuja los límites en la representación de la violencia gratuita. LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA, sin embargo, no surge de la nada. Es parte de una tradición de obras de bajo presupuesto dedicadas a las fechorías de los psicópatas que viven al margen de Estados Unidos, como PSICOSIS (1960) o LOS ASESINOS DE LA LUNA DE MIEL (1970). Sobre todo, Craven reivindica la influencia de EL MANANTIAL DE LA DONCELLA (1960) de Ingmar Bergman, que representa la violación de una joven en la Edad Media y la venganza que ocurre después. Poco antes, Dario Argento revolucionó el tradicional Giallo inyectándolo con una fuerte dosis de modernidad extraída del cine de Michelangelo Antonioni. George Romero se inspira en las últimas tendencias documentales para LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (1968). Como ellos, el joven Wes Craven avanza el género del cine de terror al exponerlo a las influencias modernas del cine de autor de su época, en particular del cine europeo.
LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA fue un escándalo en su estreno y su versión íntegra todavía está prohibida hoy en día en algunos países. Los psicópatas están trastornados, desprovistos de sentido moral o de compasión. Craven los presenta como “caricatos” repugnantes, ridículos y peligrosos. Los sufrimientos que infligen a Phyllis y Mari son gratuitos, sin más interés que la "diversión" y el placer de causar dolor. Para cumplir sus crímenes, viajan a un rincón remoto y salvaje del campo. Cometen tortura sexual (violación), física (herida de arma blanca) o moral (humillación). Sin embargo, por un momento, los sádicos toman conciencia de la barbarie de sus acciones (tras el calvario de la joven Mari) y entre ellos, el joven drogadicto dentro del grupo. La segunda mitad de LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA está dedicada a la venganza de los padres de una de las jóvenes. Llevados en una inexorable espiral de horror, se entregan a abusos que los propios sádicos no negarían (castración, electrocución). Lo que parece presagiar todo un cine de venganza brutal autodefensa que iba a comenzar a llenar las salas de cine.
En LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA, la violencia se muestra crudamente. Sin embargo, Craven lo presenta de una manera original, lo que tiende a restarle importancia. Las secuencias de abuso se alternan con escenas inofensivas, como las aventuras de dos policías estúpidos o la preparación de una fiesta, lo que hace que la tensión de los pasajes más insoportables disminuya. Asimismo, la música no provoca sensación de malestar, al contrario, sus melodías country o su rock progresivo a la antigua marcan una distancia entre el espectador y los horrores que se despliegan en la pantalla.
Craven se niega a utilizar el efecto impactante que produce este espectáculo de violencia para participar en el terrorismo intelectual y señalar culpables indirectos, como los medios de comunicación o la sociedad. Incluso se niega a establecer los términos de un debate moral, equilibrando la permisividad excesiva por un lado y la represión inhumana por el otro. No, Craven ofrece honestamente la visión de esta violencia realista. Deja al espectador la libertad de pensar por sí mismo sobre lo que ve. Craven se niega a tomar partido, al afirmar lo que está bien o mal. Depende del espectador decidir cómo reacciona a sus imágenes, cosa que me parece bastante inteligente incluso hoy en día.
En definitiva y resumiendo: LA
ULTIMA CASA A LA IZQUIERDA es una
película muy dura, no recomendada para personas sensibles. A veces, falla en su
comprensión (a veces, confusa) y alguna interpretación por parte del elenco
bastante floja. Sin embargo, sigue siendo una obra inteligente e importante,
que presenta una mirada original a la violencia en el cine y que merece ser reconocida
como tal.