20 días en Mariupol (2023)

 

Mariúpol, el gran puerto de Donetsk, se erige imponente en Ucrania, un enclave de resistencia reverenciado como Ciudad Héroe durante el conflicto ruso-ucraniano. La odisea documental '20 DIAS EN MARIUPOL' (2023), nos traslada a la línea de fuego, permitiendo ser testigos de la indómita lucha civil frente al avance de la maquinaria militar rusa. Este retazo de realidad surge de la unión de cuatro periodistas: Mstyslav Chernov, Evgeniy Maloletka, Vasilisa Stepanenko y Lori Hinnant, tres de los cuales tienen raíces ucranianas y representan a Associated Press, enfrentándose a un periplo marcado por el peligro constante por ser la ciudad de Mariúpol un blanco crítico en la estrategia rusa.

Cuando comienza la invasión rusa, un equipo de periodistas ucranianos atrapados en la ciudad sitiada de Mariúpol lucha por continuar su trabajo documentando las atrocidades de la guerra.

El documental es un amalgama de reportajes y vislumbres intimistas del proceso reporteril, capturando la crudeza del ataque de Rusia y poniendo en primer plano el martirio de los civiles atrapados en medio del conflicto. Sin embargo, la obra adolece de una narrativa o explicación detallada, dejando que las imágenes hablen por sí mismas, lo que a veces puede generar desconexión en los espectadores. El dolor es inescapable, sobre todo al adentrarse en los hospitales, donde la desolación y las lágrimas son las protagonistas omnipresentes, tanto por parte de las imágenes del documental, como del propio espectador. La dificultad para digerir '20 DIAS EN MARIUPOL' es palpable. El espectador se sumerge en una conciencia alterada, presenciando el intento desesperado por salvar almas inocentes, e incluso la visión de fosas comunes deviene en símbolo de la barbarie desatada. Un instante que atrapa el aliento es el encuentro con una anciana desorientada por el caos en su entorno, a quien posteriormente el equipo encuentra, desplazada y dolida, tras los ataques a su hogar.

Este relato audiovisual, que ha llevado a Ucrania a ganar el Oscar a mejor documental,  despierta un reconocimiento no solo artístico, gracias al Pulitzer obtenido por este equipo, sino también moral, mostrándonos un espejo sombrío de la realidad que nos insta a valorar nuestra propia vida con la que a veces discriminadamente batallamos. En su cruda esencia, el documental nos desgrana la tragedia bélica y la trascendencia del conflicto. Adentrándonos en la perspectiva mediática, el documental esquiva el glamour habitual de Hollywood y nos confronta con el dolor ucraniano, mientras el estruendo de la propaganda mediática rusa ensordece la objetividad. En este tablero de ajedrez, los civiles se convierten en peones en el afán nacionalista de los contendientes.


El punto álgido de '20 DIAS EN MARIUPOL' viene teñido de surrealismo cuando la narrativa se confunde con ficción, especialmente ante el bombardeo de un hospital materno infantil por parte de Rusia, negado y descrito como montaje por el bando adversario, una táctica que daña el alma colectiva. Sin embargo, a medida que la narrativa avanza, el director Mstyslav Chernov parece enfocado en la búsqueda de lugares cada vez más desolados para plasmar escenas que impacten, con una repetición de actos desoladores que desemboca en una forma de contar la historia que personalmente no me resulta agradable. Esta acción a la repetición desluce el gran interés inicial del documental y podría interpretarse como una estrategia poco sofisticada y reiterativa que oscila entre la impactante exposición y el voyeurismo del sufrimiento. La obra, por tanto, aunque despierta reflexiones históricas profundas (es el victorioso quien redacta los anales del tiempo, marginalizando a los vencidos y exponiendo su dolor como espectáculo) también se enfrenta al desafío de narrar un conflicto complejo desde una perspectiva equilibrada.

En definitiva y resumiendo: '20 DIAS EN MARIUPOL' escenifica una tragedia unilateral cuya legitimidad propagandística ha resaltado en la temporada de premios, si bien, en mi valoración, la exhibición bélica carece de balance contextual y de cierta repetición de buscar los momentos mas doloroso para que el espectador sufra con las imágenes (admito que llore en un par de ocasiones). Pero sin duda, es un documental necesario, a pesar de lo duramente grafico que es, y por mi parte, lo recomiendo.