EL VAMPIRO (1957) es una misteriosa e inquietante película de
monstruos de los años 50 en la que un mal monstruoso se infiltra en las típicas
urbanizaciones de la época. Dirigida por Paul Landres y escrita
por Pat Fielder, es otra película en la que el terror parece
emerger orgánicamente de los miedos y tensiones que afectan a la sociedad
estadounidense de finales de los 50. EL VAMPIRO toma como temas la adicción a las drogas, ser padre
de una hija sin la figura materna y la creciente dependencia de los
medicamentos y la industria de la salud. Pero está claro que esto no son películas
con “crítica social” sino películas de terror lúgubres y minimalistas pero que
tratan de manera más profunda con el espíritu de la época en la que se realizó.
El doctor Matthew Campbell se ha pasado toda su vida investigando en los métodos de regresión de la mente, buscando la forma de llegar a los instintos más básicos de la naturaleza humana. Ahora, moribundo en la cama, consigue darle al doctor Paul Beecher un frasco de pastillas justo antes de morir. Después de los intentos infructuosos por salvarle la vida, el doctor Beecher regresa a casa con una terrible jaqueca. Sin embargo, en lugar de las pastillas habituales, Paul toma por error una de las pastillas del doctor Campbell. Los efectos secundarios serán terribles y pondrán en peligro la vida de su propia hija.
A pesar de titularse EL VAMPIRO, la historia es básicamente el esquema de Dr. Jekyll/Hyde. Las píldoras transforman a Beecher, inicialmente sin su conocimiento, en una monstruo delirante, un asesino que acecha por las calles de la ciudad muerde a sus víctimas en el cuello y, en el proceso, las infecta con una rara enfermedad de la sangre que destruye sus tejidos corporales. Todo lo que Beecher sabe es que se está volviendo adicto a las pastillas, incapaz de dejar pasar 24 horas sin tomar otra, desatando el monstruo que lleva dentro. La mecánica de la trama es algo inestable, y el guion lanza descuidadamente jerga pseudocientífica como si lo explicara todo (cuando en realidad no es necesario) y a pesar de su corta duración (75 minutos) en ciertas partes el ritmo lento hace mella en el espectador.
La película es tosca y cruda dentro de una “serie B”, pero su descuido narrativo hace poco por diluir la intensidad de su efecto. La actuación de Beal es asombrosa. A pesar de las escenas (pocas) donde lleva el maquillaje de monstruo con un aspecto verdaderamente ridículo no funciona, su actuación cuando es humano es cruda y emocionalmente devastadora. Esencialmente, está interpretando a un hombre que sufre de adicción a las drogas. Es un hombre bueno y amable que simplemente se transforma por un accidente y descubre que ya no puede controlar su comportamiento. En cambio, su adicción comienza a controlarlo, lo que lo obliga a seguir tomando las píldoras incluso después de sospechar que algo ha salido terriblemente mal, y aunque cada mañana, cuando se despierta aturdido y desorientado, se entera de que han encontrado otro cadáver en algún lugar de la zona, no puede dejar de tomar esas píldoras.
La película a menudo se edita y ensambla de manera aproximada, con cortes discordantes en medio de las escenas de diálogo, pero sus secuencias de terror son rápidas y convincentes. Una de las mejores es una escena en la que Carol (Coleen Gray), la joven y guapa enfermera de Beecher, camina a casa por la noche y oye pasos detrás de ella. Es la secuencia de terror más básica que se pueda imaginar, pero esta bien rodada, iluminada y concebida que no se siente rutinaria y cliché, lo que si ocurre con todas las demás secuencias de terror.
En definitiva y resumiendo: EL
VAMPIRO no deja de ser una película
de terror rutinaria de “Serie B” de los años 50. Un thriller rápido, pero donde
el monstruo solo funciona cuando acecha desde las sombras, porque al final, en
las escenas diurnas, es totalmente risible. Sin embargo, al mismo tiempo, la
película aborda seriamente los problemas de la adicción a las drogas y
la paternidad sin pareja, abordando la necesidad de autodestrucción que hace
que personas decentes y respetables deshagan las vidas que tienen. La actuación
de Beecher es la clave aquí, y los temas de la película giran en
torno a su desesperación del ser humano. Sin duda una “rara avis” que merece
ser vista, como curiosidad o completismo para los amantes del terror de los
años 50.