Las Dos Caras de la Justicia (2023)

 

LAS DOS CARAS DE LA JUSTICIA (2023) demuestra que todavía existe un cine muy humano y cuidadosamente investigado sobre el tema que trata, y que se encuentra en un lugar entre la vida común, el documental y cierta ficción. Una película profunda que nunca pierde de vista su principal meta: revelar la profundidad del sufrimiento y las historias de las personas, siempre con la esperanza en el horizonte, algo que es mas necesario que nunca en los días presentes.

Desde 2014, en Francia, la justicia restauradora ofrece a las víctimas y perpetradores de delitos la oportunidad de diálogo a través de sistemas seguros, supervisados por profesionales y voluntarios como Judith, Fanny o Michel. Nassim, Issa y Thomas, sentenciados por robo con violencia, Gregoire, Nawelle y Sabine, víctimas de robo y bolso. También Chloe, víctima de una violación incestuosa, se involucra en medidas de justicia restauradora. En su viaje, hay ira y esperanza, silencio y palabras, alianzas y desamor, conciencia y confianza recuperada. Y al final del camino, a veces, reparación.

La directora Jeanne Herry muestra una vez más su interés en destacar los procesos que no se ven y cuenta una historia sobre un enfoque diferente: la justicia restaurativa. En el corazón de este enfoque, que trata de establecer una conexión entre las personas afectadas por un acto violento y aquellos que lo cometieron, encontramos un enfoque terapéutico, social o simplemente humano. Este es el ángulo desde el que Jeanne Herry aborda su tema y busca resaltar la importancia de poner la comunicación en el centro de los procedimientos legales y administrativos. Se trata de reemplazar los errores con palabras, lo que no solo ayuda a prevenir futuros problemas, sino que también permite a las víctimas entender y sanar su sufrimiento. Pero, sobre todo, se trata de construir paso a paso lo que todos compartimos como seres humanos: nuestra humanidad.



A partir de dos tramas unidas por la justicia restaurativa, tenemos a personas dolidas por un hecho vital, enfrentándose dialécticamente a otras que, a pesar de ser delincuentes, también tienen sus propios fantasmas. Teniendo dos fases de reparación en paralelo (una en torno a un incesto que hay que “exorcizar”, la otra en torno al trauma resultante de un robo), Herry no comete el más mínimo error en su sucesión de monólogos y “ping-pong” verbal. Sin pausas, sin un leguaje demasiado complicado o una pedagogía pesada para el espectador y, sobre todo, sin la más mínima tendencia al patetismo (las lágrimas fluyen de forma natural y nunca forzada), la película no deja de provocar escalofríos, de hablar al corazón y angustias de cada uno, tejer conexiones entre antagonismos, poner en perspectiva tanto la fragilidad del espíritu como la fuerza del perdón.



La película no se queda estancada, exceptuando en pequeñas escenas que siempre van unidas al caso del incesto que sufre el personaje de Adèle Exarchopoulos, va un paso más allá y sorprende a los espectadores con cambios de tono ingeniosos, a veces hasta un tanto retorcidos. Esto queda demostrado por la habilidad de la directora para desencadenar el malestar, ya sea a partir de una secuencia que comienza de manera cómica o mediante un giro inesperado en un diálogo bastante escalofriante. También se puede observar en estos pequeños momentos de la vida cotidiana (una cena por ej.) que, al intercalarse entre las escenas de encuentro, nunca se sienten como simples adiciones, sino que en realidad realzan la fuerza del grupo. La interacción entre estos personajes, que son tan opuestos pero unidos por un objetivo común, es sutilmente una evolución. De hecho, sería imposible, e incluso incorrecto, destacar a un actor o actriz en particular debido a la impecable actuación de todo el elenco. No hay desequilibrio en la interpretación; absolutamente todos brillan ante la cámara. Sus expresiones nos conmueven y nos hablan durante casi dos horas de metraje. Al salir del cine, no podemos evitar sentir una sensación de esperanza y confianza en la humanidad. Esto es un logro, y no uno menor.



En definitiva y resumiendo: LAS DOS CARAS DE LA JUSTICIA es una película que hace reflexionar sobre el don de la palabra y del perdón. No se intenta arrancar la lagrima fácil al espectador, todo fluye con un guion muy acertado. Quizá cierto desequilibrio entre las dos sub tramas es lo que mas me ha pesado. El elenco brilla, no hay nadie por encima del otro, en una simbiosis que funciona perfectamente. La directora Jeanne Herry se inscribe en un cine francés social y humano y crea una película tan dura como bella, pero totalmente necesaria para los tiempos que corren.