La piscina (2024)

La amenaza se escabulle en la penumbra, listo para atacar. Uno espera lo inesperado dentro del terror cinematográfico, donde seres y situaciones de fantasía atentan sin cesar contra los protagonistas. Desde muñecos con almas corrompidas hasta ascensores con mentes propias, el horror no conoce fronteras. No obstante, "LA PISCINA" (2024)  nos demuestra con dolorosa claridad que el género también puede hundirse en las aguas de la mediocridad. Aunque otras obras como "DARK WATER" (2002) hayan brindado escalofríos gracias al líquido elemento, aquí nos topamos con una piscina que no inspira miedo sino bostezos a medida que devora vidas sin ton ni son.

Ray Waller, una estrella del béisbol obligada a retirarse prematuramente a causa de una enfermedad degenerativa, se muda a una nueva casa con su esposa Eve, su hija adolescente Izzy y su hijo pequeño Elliot. Con la esperanza secreta de recuperarse y volver al deporte profesional, Ray convence a Eve de que la fabulosa piscina del jardín de su nuevo hogar será divertida para los niños y le servirá a él como terapia física. Pero un oscuro secreto del pasado de la casa desatará una fuerza malévola que arrastrará a toda la familia a las insondables profundidades del terror más asfixiante.

El esqueleto narrativo de este relato parece tomado de un manual de terror de bajo presupuesto y sin ningún tipo de inspiración. Con una premisa gastada y oxidada, inicia el film, mostrando a la piscina en un arranque nefasto al engullir a una joven. Luego, la historia cae empinadamente por el precipicio de lo convencional bajo el mando de Bryce McGuire, que ni en su rol de director ni de guionista logra refrescar el guion. A un lado, intentos a medias por tejer intriga, al otro, aumenta el aburrimiento en lugar de la tensión, a medida que avanzamos en un intento de profundizar en un pasado que se disuelve como humo y escuchamos declaraciones de personajes planos cual tablas. Como ya es costumbre, los niños que conocen la verdad son relegados al rincón del olvido, como figuras descartables, hasta que la situación se vuelve un descontrol sin salvación posible.

Pero más allá de lo predecible que es, lo que mancilla a esta obra es su fallida pretensión de crear un cuento terrorífico coherente. El cine de terror puede vivir en los márgenes de lo racional y lo extraordinario, pero nada excusa el caos sin sentido. "LA PISCINA" se hunde al presentar escenas inconexas y decisiones de guion carentes de lógica en el universo que ellas mismas crean. El agua tiene comportamientos tan erráticos e inconstantes como el guion, y no hay claridad si el villano es de carne y hueso o prefiere el de una posesión espectral. Ni los sustos habituales logran redimir el tedioso viaje.


Queda claro de donde se destapa el origen modesto: un germen de cortometraje que injustamente se estiró para llenar un formato de mayor duración. Empero, "LA PISCINA" es un compendio de fragmentos narrativos desajustados que no se compensan ni bajo el descabellado lema de "mientras haya agua, vale". Desafortunadamente, este revoltijo narrativo desaprovecha momentos que brillan tenuemente entre la confusión, y la presencia de la actriz Kerry Condon se convierte en el único vestigio de una actuación digna en un océano de monotonía. Sin embargo, su actuación es una luz en el horizonte demasiado distante como para salvar una nave a la deriva y sin rumbo. La película se vuelve menos sobre terror y más sobre tedio, y así, mientras el marco pueda ser curiosamente extraño, el viaje en su conjunto es insípido, repleto de mediocridad y con escenas que se sienten arbitrarias y desconectadas unas de otras. 


En definitiva y resumiendo: LA PISCINA esta llena de falta de cohesión y lejos de sumergir al público en una corriente de atmósfera y terror (o por lo menos, entretenimiento), lo que hace es alejarlo, impulsándolo a salir de la sala, con la certeza de que el verdadero terror radica en haber esperado algo más de este charco sucio convertido en uno de los primeros desastre cinematográficos de este 2024.