Tiburón blanco: La bestia del mar (2025)

 

Hay películas que te llaman la atención por su premisa, especialmente cuando mezclan historia real con elementos de género que conoces y amas. Como alguien que ha pasado muchas noches viendo películas de tiburones –desde TIBURÓN (1975) hasta INFIERNO AZUL (2016)–, TIBURÓN BLANCO: LA BESTIA DEL MAR (2025), cuyo titulo original es "Beast of War" dirigida por Kiah Roache-Turner, me pareció una apuesta interesante para el cine australiano y de tiburones. Y que sería del verano sin ir a una sala de cine a disfrutar de una película con un escualo asesino...

Ambientada en 1942 durante la invasión japonesa en el Pacífico, la película sigue a un grupo de jóvenes soldados australianos que, tras el hundimiento de su bote en el Mar de Timor, deben nadar hacia la costa mientras un enorme tiburón blanco los acecha.

La trama arranca con un grupo de reclutas frescos, cuyo personaje principal es un soldado indígena interpretado por Mark Coles Smith, que parece un Rambo aborigen: estoico, hábil y con una conexión casi mística con el entorno. Los primeros 20 minutos se centran en su entrenamiento militar, mostrando la camaradería y las tensiones entre estos chicos inexpertos, pero honestamente, no sirven para nada más que un mínimo desarrollo de personajes. Es como si la película quisiera establecer un vínculo emocional, pero termina siendo relleno que no aporta al suspense principal; una vez en el agua, esos lazos se disipan rápido, y te preguntas por qué invertimos tanto tiempo en verlos marchar, escuchar ordenes o intentar ligar con las enfermeras del cuartel. Cuando el barco donde están se hunde, la historia pasa a modo supervivencia: los soldados flotando, aterrorizados, mientras el tiburón merodea. Roache-Turner, conocido por películas como WYRMWOOD (2014) o la mas reciente STING. ARAÑA ASESINA (2024), infunde un sentido de urgencia en estas secuencias, con el océano como un vasto enemigo indiferente, amplificando la ironía de hombres enviados a combatir humanos, pero enfrentados a la naturaleza.


Visualmente, la película tiene algún acierto. La cinematografía de Mark Wareham tiene alguna captura de imagen que te hacen sentir la vulnerabilidad de los soldados, como puntos diminutos en un horizonte infinito. Los efectos para el tiburón –donde se agradece el animatrónico del tiburón y el minino Cgi– funciona en tomas cerradas, creando un pánico real cuando un soldado es arrastrado bajo el agua en una nube de sangre y vísceras. Las actuaciones son otro punto a favor: Mark Coles Smith aporta carisma y una estoicidad que resuena con el espíritu australiano de "mateship", mientras Joel Nankervis y Sam Delich, como reclutas, capturan la juventud aterrorizada con naturalidad .Pero, ay, los problemas técnicos y narrativos pesan como un ancla. El guion, escrito por Roache-Turner es predecible: los ataques del tiburón siguen un patrón formulaico, y los flashbacks interrumpen demasiado el ritmo sin añadir profundidad y solo repetición. 


Los personajes, aunque inspirados en arquetipos históricos, carecen de arcos genuinos; se sienten como fichas en un juego de eliminación, no como hombres con vidas reales. Además, se nota el bajo presupuesto en cada esquina: los planos cenitales, que intentan mostrar la escala del océano, gritan pantalla verde, con bordes borrosos y un horizonte que no convence. Y no hablemos de los trucos con luces y niebla, que parecen un intento desesperado por esconder las limitaciones –se grabo en un pequeño estudio con agua-, diluye la inmersión del espectador. Comparada con thrillers como OPEN WATER (2003), que con menos recursos generaba más terror y angustia, LA BESTIA DEL MAR se queda en un limbo, sin decidir si ser una película de terror seria, un "sharkexploitation" en toda regla o un drama bélico. Al menos tiene la decencia y se agradece que un par de escenas ya meten al largometraje en el mundo del "mamarrachismo" donde no hay reglas establecidas y solamente pretende sorprender al espectador con alguna escena que no esperas ver. Por suerte LA BESTIA DEL MAR si tiene una que parece que la hubiera dirigido el director japonés Sion Sonno -ahí puedo dar una pista- sin entrar en ningún spoiler.


En definitiva y resumiendo: TIBURÓN BLANCO: LA BESTIA DEL MAR intenta reclamar espacio con su fusión de historia bélicas, suspense y un tiburón asesino pero no logra dar un impacto total. Me convence su amor por lo artesanal -tanto en el tiburón como en el gore-  y la actuación de sus actores, pero frustrado por un guion que no muerde lo suficiente -incluso con un final muy precipitado- y una producción que muestra sus costuras de bajo presupuesto. Si te gustan los thrillers de supervivencia con un toque histórico o eres fan de Roache-Turner, vale una entrada de cine y mas si es un día caluroso para aprovechar el aire acondicionado; si buscas algo más sustancial, podría dejarte flotando sin rumbo. Si que es un thriller de supervivencia con momentos tensos y actuaciones decentes, pero su guion predecible, narrativa irregular y limitaciones técnicas lo frenan. Un esfuerzo australiano con potencial, pero no del todo logrado.