Asia Presenta: El Ladrón de Joyas

 

El cine de atracos tiene una tradición bien definida: exige suspenso controlado, ejecución precisa y personajes con claros matices morales. EL LADRON DE JOYAS (2025) dirigida por Kookie Gulati y Robbie Grewal, apuesta por replicar esta fórmula con ambición estética y recursos de gran escala. Sin embargo, tras el deslumbrante escaparate, lo que queda es una película hueca, incapaz de transmitir verdadera emoción ni de ofrecer una narrativa memorable, convirtiéndose en otra película sin alma de la plataforma de Netflix.

El hábil estafador Rehan (Saif Ali Khan) planifica un robo de diamantes mientras trata de burlar a Rajan (Jaideep Ahlawat) su despiadado adversario. 

Aunque el argumento invita a imaginar un juego de inteligencia, traiciones y tensión in crescendo, el desarrollo está lejos de esa expectativa. La trama avanza de manera predecible, sin construcción efectiva del peligro ni sorpresas genuinas. Cada giro resulta anticipáble por parte del espectador y cada escena de "planificar del golpe" parece una mera formalidad. El guion apuesta por lo superficial: plantea conflictos, pero nunca los explora, sugiere emociones sin permitir que florezcan. Los personajes existen solo para cumplir funciones mecánicas dentro del relato, sin evolución interna ni contradicciones que los hagan creíbles.


Saif Ali Khan interpreta a Rehan Roy con la soltura que su experiencia le permite, moviéndose con elegancia entre fiestas opulentas y escenas de acción moderadas. Sin embargo, el personaje carece de vulnerabilidad y profundidad: nunca conocemos realmente sus miedos, su ambición o su historia. Esta falta de matices convierte a Rehan en una figura decorativa más que en un protagonista real. Jaideep Ahlawat, siempre magnético, hace lo que puede con un villano cuya única característica es la amenaza vacía. Nikita Dutta y Kunal Kapoor, en papeles secundarios, transitan por la película sin dejar una impresión duradera. Es frustrante ver actores capaces limitados por una escritura tan esquemática y simple. Si algo puede destacar en EL LADRON DE JOYAS es su puesta en escena. La fotografía de Jishnu Bhattacharjee es suntuosa, capturando las luces de Mumbai, el exotismo de Estambul y la sofisticación de Budapest con una sensibilidad estética incuestionable. Cada plano parece cuidadosamente compuesto para transmitir lujo y modernidad. La música, aunque funcional, carece de una identidad propia. Los temas acompañan la acción sin elevarla ni subrayar momentos emocionales críticos, como sí sucede en los grandes exponentes del género y la canción de los créditos finales, es totalmente olvidable.


Kookie Gulati y Robbie Grewal demuestran habilidad para mantener el ritmo en ciertos pasajes, pero nunca encuentran una voz distintiva. La dirección prioriza la apariencia por encima del contenido, confundiendo dinamismo con simple velocidad. Se siente la ausencia de un punto de vista claro: ¿es esta una historia sobre la redención de un ladrón?, ¿sobre la imposibilidad de escapar del crimen?, ¿sobre la traición? La película nunca se decide. El resultado es un film que, si bien no aburre abiertamente, tampoco involucra. No hay una sensación real de riesgo ni un subtexto que justifique el viaje que propone.


En definitiva y resumiendo: EL LADRON DE JOYAS es un producto que tiene empaque visual, pero carente de la sustancia que define a las grandes películas de robos. En lugar de construir tensión narrativa o explorar la psicología de sus personajes, se conforma con ofrecer imágenes atractivas y secuencias de acción competentes pero inertes. Para el espectador exigente, esta cinta será una experiencia tan pulida como insustancial. A pesar de su ambición y de su reparto capaz, le falta el ingrediente esencial del buen cine de atracos: inteligencia emocional y narrativa. Si te apetece mejores peliculas de robos de origen indio, sin duda, os recomiendo la saga de DHOOM.