Veinticinco años después de aquella inolvidable premonición en un avión, la saga DESTINO FINAL sigue negándose a morir. Como su antagonista incorpóreo, la franquicia regresa con una persistencia casi cósmica. Esta sexta entrega, titulada: DESTINO FINAL, LAZOS DE SANGRE, dirigida por Zach Lipovsky y Adam Stein, busca revivir el espíritu de la serie sin convertirla en una parodia de sí misma. ¿La fórmula? Más sangre, más tensión... y esta vez, un giro en las reglas del juego, que da lugar a una lectura nueva (y más emocional) del clásico "no puedes engañar a la Muerte".
Acosada por una violenta pesadilla recurrente, la estudiante universitaria Stefanie (Kaitlyn Santa Juana) se dirige a casa para localizar a la única persona que podría ser capaz de romper el ciclo y salvar a su familia de la espeluznante muerte que inevitablemente les espera a todos.
La película arranca con fuerza. La secuencia inicial —un despliegue de caos en clave retro— es un ejemplo de lo que esta saga sabe hacer mejor: montar una carnicería espectacular, milimétricamente coreografiada, con una tensión creciente que culmina en una explosión de fatalidad. Esta escena no solo cumple, sino que se sitúa entre las mejores aperturas de toda la franquicia. Y verla en una sala con sonido Dolby Atmos convierte la experiencia en algo físicamente visceral: cada crujido, cada chasquido del destino, se siente como un sobresalto en la espina dorsal.
El nuevo enfoque familiar ofrece un aire distinto. Ya no se trata de un grupo de amigos o desconocidos condenados por estar en el lugar equivocado. Aquí hay un lazo de sangre que añade un peso emocional nuevo, aunque no siempre bien explotado. Hay momentos en los que el guion roza lo melodramático, sin encontrar del todo el equilibrio entre la tragedia y la tensión. Sin embargo, la intención está, y se agradece. Tony Todd, leyenda de la saga y del cine de terror, regresa como el enigmático William Bludworth en su última aparición tras su fallecimiento en 2024. Su presencia es breve, pero poderosa. Un verdadero regalo para los seguidores veteranos, y un cierre con dignidad para un personaje que ya forma parte del ADN de la franquicia.
Por desgracia, no todo se sostiene con igual solidez. Varios personajes secundarios quedan difuminados entre los sobresaltos. Algunos aportan poco más que cuerpo para la siguiente muerte espectacular. Richard Harmon añade algo de humor negro al reparto, pero en general, el desarrollo de personajes es tan superficial como uno esperaría de una cinta cuyo mayor interés está en cómo te van a matar, no en por qué. El mayor problema, sin embargo, reside en el uso del CGI. En un año como 2025, sorprende —y decepciona— lo artificial que lucen algunos efectos. Las muertes más impactantes pierden fuerza al sentirse menos físicas, más digitales. Y en DESTINO FINAL, donde el horror depende de la sensación de realismo dentro de lo improbable, eso hace que el espectador desconecte de lo que ocurre en la pantalla.
En definitiva y resumiendo: DESTINO FINAL, LAZOS DE SANGRE se coloca en primera posición junto a la tercera entrega como las mejores de la saga. Reinventa la saga y además honra todo lo que sucedió antes. Tiene todo lo que un fan espera: muertes creativas y gore, paranoia creciente y una Muerte que juega como una artista del caos. El giro familiar aporta una brizna de frescura, y el homenaje a Tony Todd aporta corazón y emociona al espectador. Sin duda, es un retorno que prueba que la saga sigue viva...o al menos sigue matando con estilo.