MadS (2024)

 

El cine de terror siempre ha sido un terreno fértil para la experimentación formal, y la película francesa MADS (2024) dirigida por David Moreau, se inscribe en esta tradición con una propuesta audaz: una película rodada en un (falso) único plano secuencia de 95 minutos que sumerge al espectador en una espiral de caos, violencia y paranoia.

Tras probar una nueva droga, Romain sale de fiesta. De camino, recoge a una mujer herida de un lado de la carretera, la cual, al subir al coche, es presa del pánico y se golpea la cabeza hasta morir. Así comienza una noche de pesadilla durante la que Romain será incapaz de distinguir qué es real y qué son los efectos de un fármaco tan misterioso como potente.

El principal atractivo de MADS reside en su ejecución técnica. Rodada en un solo plano secuencia real, sin cortes ocultos (aunque esto daría para debate) la película es un "tour de force" que exige una coreografía precisa y una coordinación impecable entre el equipo técnico y los actores. El director David Moreau y el director de fotografía Philip Lozano logran mantener la tensión y el dinamismo a lo largo de toda la cinta, utilizando la cámara como un personaje más que se mueve con fluidez entre los espacios y los personajes.​ Esta elección estilística no solo es un alarde técnico, sino que también refuerza la inmersión del espectador en la narrativa. La ausencia de cortes crea una sensación de inmediatez y urgencia que potencia la atmósfera opresiva y caótica de la historia. Sin embargo, esta misma decisión también impone limitaciones, ya que la necesidad de mantener la continuidad puede restringir la profundidad narrativa y el desarrollo de los personajes.


Si bien la propuesta visual de MADS es indiscutiblemente impactante, la narrativa no alcanza el mismo nivel de solidez. La historia se desarrolla de manera lineal y carece de giros argumentales significativos que mantengan el interés más allá del impacto inicial. Los personajes, aunque interpretados con entrega por el elenco, no están suficientemente desarrollados, lo que dificulta la empatía del espectador y reduce el impacto emocional de sus destinos. ​Además, la película introduce elementos de crítica social y reflexiones sobre el consumo de drogas y la alienación juvenil, pero estos temas no se exploran con la profundidad necesaria para dejar una impresión duradera. La ambigüedad narrativa, si bien puede ser una herramienta efectiva para generar inquietud, en este caso contribuye a una sensación de desconexión y falta de propósito.

Aunque MADS no innova particularmente en términos de argumento, su crudeza visual deja una marca. La violencia, presente desde los primeros minutos, es intensa y sostenida, diseñada no solo para perturbar, sino para sumergir al espectador en una espiral de desesperación sin tregua. El maquillaje prostético es uno de los logros más sólidos del film. Las transformaciones físicas de los infectados —con ojos inyectados en sangre, piel desgarrada y espasmos descontrolados— alcanzan un realismo casi documental. Una de las escenas más impactantes se da hacia el último tercio del metraje, cuando el personaje de Anaïs queda atrapada en el interior de un autobús urbano mientras varios infectados intentan ingresar por las ventanas rotas. Es un clímax de tensión y claustrofobia, que mezcla el frenesí de la acción con una crudeza física difícil de soportar. Es en este momento donde la película alcanza su pico emocional, no por el guion, sino por la contundencia de su propuesta visual y sonora. Es brutal, coreografiado al milímetro y, aun así, devastadoramente humano.


En definitiva y resumiendo: MADS es una propuesta valiente y técnicamente impresionante que demuestra el potencial del cine para explorar nuevas formas de contar historias. Su plano secuencia único y su atmósfera opresiva la convierten en una experiencia cinematográfica notable, aunque su narrativa limitada y la falta de profundidad en los personajes impiden que alcance su máximo potencial. Recomendada para los aficionados al cine de terror experimental y aquellos interesados en las proezas técnicas, pero con reservas para quienes buscan una historia más sustancial.​