28 años después (2025)

 

Cuando 28 DÍAS DESPUÉS llegó a las salas en 2002, no solo revitalizó el género zombi: redefinió la narrativa postapocalíptica con una crudeza estética y emocional que parecía sacada más de una pesadilla urbana que del cine de terror convencional. Ahora, más de dos décadas después, 28 AÑOS DESPUÉS irrumpe como el intento ambicioso —pero desigual— de recuperar aquella energía fundacional. Con Danny Boyle de nuevo en la dirección y Alex Garland a cargo del guion, esta primera entrega de una trilogía busca expandir el universo con mayores recursos, un reparto destacado y un enfoque más épico. El resultado, sin embargo, es una película que ofrece momentos de brillantez visual, pero se extravía en su propio laberinto narrativo.

Han transcurrido casi 30 años desde que un virus de rabia se escapó de un laboratorio de armas biológicas, y, aún bajo una estricta cuarentena, algunos han logrado adaptarse y sobrevivir en medio de los infectados. Un grupo de estos sobrevivientes vive en una pequeña isla, conectada al continente por una única carretera fuertemente custodiada. Cuando uno de los miembros del grupo decide dejar la isla y aventurarse en el oscuro y peligroso continente, descubre una serie de secretos, maravillas y horrores, no solo relacionados con los infectados, sino también con otros sobrevivientes que han sido transformados por los efectos del virus.

La historia se centra en Spike (Alfie Williams), un niño que vive con su familia en una isla fortificada, uno de los pocos refugios seguros tras décadas de infección, junto a su padre (Aaron Taylor-Johnson) y su madre (Jodie Comer). Este punto de partida, aunque arquetípico, es efectivo: pone el foco en un vínculo íntimo en medio de un mundo destrozado. Las primeras secuencias, filmadas con cámaras de iPhone adaptadas para capturar la acción con un realismo urgente, remiten al estilo tenso y visceral de la película original. Boyle demuestra aquí que no ha perdido el pulso para el caos: las escenas de persecución, los silencios en ruinas, el miedo latente… todo vibra con autenticidad. La banda sonora de Young Fathers, moderna y áspera, añade una capa de tensión eléctrica. Aun así, se extraña la presencia del tema clásico de John Murphy, no por capricho nostálgico, sino porque aquella música funcionaba como columna emocional de la franquicia. La decisión de prescindir de ella parece querer marcar una ruptura… aunque el filme, paradójicamente, no termina de romper con el pasado ni de construir algo nuevo con peso propio.


Porque 28 AÑOS DESPUÉS, tras ese inicio prometedor, comienza a perder rumbo. El guion introduce temas relevantes —reconstrucción social, trauma, ética de supervivencia—, pero ninguno se desarrolla con la hondura que exige. Las sub-tramas se abren y se abandonan con rapidez, y varios personajes —incluidos los interpretados por Jodie Comer y Ralph Fiennes— parecen diseñados más como piezas en momentos para crear una reacción en el espectador, que como figuras con una densidad en esta historia. La segunda mitad se torna contemplativa, incluso reflexiva, pero el ritmo narrativo decae, y lo que debía ser exploración se convierte en dispersión y en mi caso, unos cuantos bostezos. Visualmente, el filme está atrapado entre dos estéticas. El formato panorámico 2.76:1 quiere proyectar una sensación de grandeza operática, pero choca con el enfoque crudo, casi documental, que definía la saga. Esta tensión entre lo íntimo y lo monumental no se resuelve, y la película se siente dividida, como si quisiera ser al mismo tiempo un blockbuster y un film de guerrilla, sin comprometerse del todo con ninguno de los dos registros, aunque excepcionalmente, es lo que mejor funciona dentro de la película.


Ahora bien, es importante decirlo: 28 AÑOS DESPUÉS no es una película carente de méritos. Tiene actuaciones comprometidas —Alfie Williams ofrece un trabajo notable para su edad—, un diseño de producción impresionante y una clara intención de expandir el universo narrativo. Para quienes disfrutan con las sagas apocalípticas, con mundos abiertos que prometen desarrollos en futuras entregas, puede haber aquí un valor atractivo. Y es totalmente válido conectar con este film desde la emoción, la nostalgia o incluso la fe en lo que viene. Hay obras que nos hablan no por lo que son, sino por lo que anticipan. Pero también es válido —y necesario— expresar que, como película en sí misma, esta entrega inicial se queda muy corta. El final abrupto, diseñado como un cliffhanger para dar paso a la secuela THE BONE TEMPLE (cuyo estreno será en Enero de 2026) no solo interrumpe la narración: revela una lógica de franquicia que prioriza la estrategia comercial sobre la experiencia del espectador. Y aunque esa estrategia pueda ser comprensible desde la industria, no deja de sentirse como una promesa rota. El cine, incluso en su forma más serializada, necesita ofrecer algo completo. Aquí, lo que obtenemos es una introducción extendida que casi acaba narrativamente a como comienza. 


A eso se suma un panorama cultural donde el género zombi/infectados ha sido ya explorado hasta la extenuación. Desde THE WALKING DEAD hasta propuestas como THE LAST OF US, hemos visto de todo. En ese contexto, 28 AÑOS DESPUÉS no ofrece una visión radicalmente distinta ni una relectura significativa del mito viral. Intenta recuperar el asombro de su antecesora o su secuela 28 SEMANAS DESPUÉS (2007) pero no logra innovar con el mismo impacto o el mismo sentimiento.


En definitiva y resumiendo: 28 AÑOS DESPUÉS es una película que intenta caminar sobre una cuerda floja demasiado tensa: equilibrar el legado de dos obras icónicas con las exigencias de una franquicia moderna. Su arranque promete una experiencia inmersiva y emocionalmente intensa, pero ese impulso inicial se disipa conforme avanza una narrativa que no termina de encontrar cohesión ni profundidad, en mi caso fue el profundo tedio. Sin embargo, y es justo decirlo, la propuesta visual se sostiene como uno de los elementos más sólidos del film. Por supuesto, esto no impide que haya quienes conecten con el film. Hay espectadores que valorarán el regreso de Boyle y Garland, la tensión de ciertas escenas, o la ambición de expandir este universo con mayores recursos. Y tienen razón al hacerlo. Pero también es legítimo —y necesario— señalar que 28 AÑOS DESPUÉS, como obra independiente, no cumple con las expectativas que ella misma genera. Puede que la trilogía en su conjunto acabe dando sentido a estas elecciones. Pero por ahora, este primer paso es más incierto y aburrido que contundente. Hermosa por momentos, poderosa en lo visual, pero narrativamente fragmentada. Como un paisaje desolado al atardecer: impactante, sí, pero frío, y esos sentimiento al salir de la sala del cine, son de las peores experiencias que puede tener un fan de las anteriores entregas.