Asia Presenta: Una película inacabada (2024)

 

Hay películas que te cuentan una historia. Otras que te muestran un pedazo de realidad. Y después está UNA PELÍCULA INACABADA, que hace algo distinto: se mete en ese punto raro donde la vida real y la ficción se cruzan, donde nada parece tener mucho sentido, pero todo te suena demasiado familiar. Dirigida por Lou Ye —uno de esos cineastas que no le tiene miedo a meterse en problemas—, esta película habla de los primeros días de la pandemia de COVID-19 en Wuhan. Pero no lo hace como un documental con cifras ni como una historia dramática al uso. Es otra cosa. Es como si alguien agarrara una cámara mientras el mundo se venía abajo, y en vez de gritar, se pusiera a observar en silencio.

Enero de 2020. Un equipo de filmación se reúne cerca de Wuhan, China, para reanudar el rodaje de una película interrumpido diez años antes. Vivirán los inesperados desafíos de la pandemia de la COVID-19 y los confinamientos.

La película arranca en 2019 con un gesto aparentemente simple: el joven director Xiaorui —interpretado por Mao Xiaorui, asistente de Lou en la vida real— rescata material viejo de un proyecto inconcluso. Lo que encuentra no es solo una historia de amor queer olvidada, sino un pedazo congelado de una época distinta, protagonizada por el ahora consagrado Jiang Cheng (Qin Hao). Lo que empieza como el intento de revivir una ficción termina, abruptamente, convertido en un documental involuntario sobre una realidad impensada. Porque entonces llega Wuhan. Y con ella, el virus. El encierro. La incertidumbre. Y UNA PELICULA INACABADA cambia de piel. Lou yuxtapone metraje de sus películas anteriores, videollamadas, grabaciones de móviles, memes virales y escenas ficcionadas con una soltura casi brutal, como si el montaje fuera la única forma posible de comprender lo que nos ocurrió. Y en medio de ese caos estilístico —que a ratos descoloca, a ratos conmueve— lo que emerge es algo tan inesperado como valioso: un retrato colectivo de la soledad, un archivo emocional de esos días donde el mundo dejó de moverse, pero no de sentir.


Hay una escena que podría resumir toda la película: el equipo, aislado en un hotel, se conecta en una videollamada grupal. No hablan de grandes cosas. Bailan. Se ríen. Se acompañan. Es un momento simple, pero devastadoramente auténtico. Porque ahí está la esencia de este filme inacabado: la necesidad de estar juntos, aunque sea a través de una pantalla borrosa. Qin Hao, como el actor enfrentado al encierro y a la distancia con su familia, ofrece una de las interpretaciones más honestas del cine post-pandémico. Mao Xiaorui, por su parte, se interpreta a sí mismo como director del largometraje con una mezcla de obsesión, ternura y frustración que resulta profundamente reconocible para cualquiera que haya intentado crear algo en medio del caos. La película no busca héroes, ni mártires, ni respuestas. Solo observa. A veces, basta con eso.


Pero que nadie se engañe: UNA PELÍCULA INACABADA es todo menos complaciente. Su estructura es irregular, su ritmo intermitente, su mezcla de géneros y registros, desconcertante. A ratos parece comedia absurda, a ratos documental puro, a ratos drama existencial. Esa hibridez es parte de su fuerza, pero también de su debilidad. Los espectadores más apegados a la narrativa tradicional podrían sentirse perdidos ante tanta ruptura formal. Y no sin razón. La segunda mitad, especialmente, pierde cohesión y se apoya en exceso en material de archivo, lo que diluye la fuerza dramática de los personajes ficticios. La tensión emocional se dispersa, y uno tiene la sensación de que la película, como su nombre lo indica, no sabe cómo concluir. Pero ¿y si esa es justamente la idea? ¿Y si Lou Ye no quiere contarnos una historia, sino mostrarnos el proceso de una historia que nunca fue? En tiempos donde se exige al arte que sea redondo, terminado, con moralejas claras, UNA PELÍCULA INACABADA ofrece el coraje de quedarse en el proceso. De mostrarse sin terminar.


Desde lo técnico, el trabajo de edición de Jiaming Tian y la cinematografía de Jian Zeng merecen mención aparte. El modo en que logran unir formatos tan disímiles (desde el 35 mm hasta las videollamadas pixeladas) es admirable. Y sí, la película está prohibida en China. Porque a veces lo inacabado no es solo una estética, sino un gesto político. Usar imágenes reales de los primeros días del COVID-19 en Wuhan es, en el contexto del cine chino contemporáneo, una forma de resistencia. De hacer memoria cuando otros prefieren el olvido. Como han señalado muchos espectadores, esta película no solo retrata el aislamiento: lo documenta. Y lo confronta junto al espectador, en esos días tan oscuros para la humanidad.


En definitiva y resumiendo: UNA PELÍCULA INACABADA es una obra conmovedora que reflexiona sobre la creación artística en tiempos de crisis. No es perfecta: su ambición experimental a veces eclipsa la claridad, pero su honestidad y humanidad la convierten en un testimonio valioso. Nos recuerda que no todo lo valioso debe ser perfecto. Que el arte también puede ser un intento, una pregunta, una herida abierta. Y que algunas películas, como algunas etapas de la vida, están destinadas a no terminar nunca del todo, etapas que te hacen reír, llorar y recordar.