En el festín cinematográfico que ofreció la década del '70, una comedia se mostraba como una deliciosa comedia. "UN CADAVER A LOS POSTRES" (1976) de Robert Moore, con guion escrito por Neil Simon, se sirve como un homenaje paródico a los grandes detectives de la ficción. En su recorrido, la película cosecha tanto elogios como ciertas reticencias, que, si bien aparentan ser migajas, merecen ser exploradas con el tenedor de la crítica.
El excéntrico multimillonario Lionel Twain invita a cenar a su castillo a los cinco detectives más importantes de la historia: el chino Sidney Wang, el neoyorquino Dick Charleston, la inglesa Jessica Marbles, el belga Milo Perrier y el norteamericano Sam Diamond, que llega acompañado de su rubia secretaria. Después de ser recibidos por un mayordomo ciego (Alec Guiness), Twain les explica durante la cena el motivo de la reunión: a medianoche se producirá un asesinato; el que sea capaz de resolverlo ganará un millón de dólares.
Con un reparto estelar donde figuras como Peter Falk, Alec Guinness, y Peter Sellers, entre otros, dan vida a caricaturas de iconos detectivescos, esta película se convierte en un exquisito pastiche de misterio y sátira. Haciendo parodia del género del suspense, Simon orquesta un guion donde el humor negro y la ironía son la salsa en la que cada escena se sumerge. El ingenio detrás del filme no yace únicamente en su argumento —un misterioso anfitrión invita a la crema y nata de la investigación a resolver un 'asesinato' en su mansión—, sino en cómo cada detective refleja, con grotesca exactitud, las excentricidades de sus contrapartes literarias. No obstante, puede que para algunos espectadores la ejecución de algunas bromas evidencia un ritmo que por momentos se siente disparejo, una crítica frecuente entre sus detractores (que deben de ser muy pocos).
La cinematografía, no especialmente innovadora, cumple su cometido al crear un ambiente que oscila entre el misterio y lo teatral, con una paleta de colores que parece sacada de un cuento de Agatha Christie. No obstante, el verdadero festín visual es el histrionismo de sus actores. El humor de "UN CADAVER A LOS POSTRES" salta entre hilaridad pura y momentos de discreto ingenio. Así, mientras algunos chistes pueden no envejecer con gracia, otros permanecen sorprendentemente frescos después de casi medio siglo. La auto referencia constante es una de sus herramientas más afiladas, y es que las películas que ríen de sí mismas con tal soltura no pierden encanto fácilmente.
Puede que el guion no sea un ejemplo de sutileza, pero ese es precisamente su encanto. Mientras que otras piezas de su época optaban por mensajes serios y representaciones realistas, UN CADAVER A LOS POSTRES se permitía la ligereza de no tomarse nada en serio, algo en lo que acierta totalmente.
En definitiva y resumiendo: "UN CADAVER A LOS POSTRES" es, indudablemente, una pieza que destaca dentro del género cómico por su valentía para parodiar a grandes figuras de la narrativa detectivesca de una manera inteligente y muy entretenida. No obstante, el disfrute de la misma depende ampliamente de la afinidad del espectador por la era y los arquetipos que satiriza. Queda claro, sin embargo, que la película es un clásico en su género, y aunque puede que no todos aprecien su humor, su ingenio y relevancia cultural perduran como el aroma de un buen postre: dulce y completamente satisfactorio.