El mejor (2025)

 

En Holllywood, les ha dado últimamente por mezclar híbridos de géneros, EL MEJOR, brota como una anomalía prometedora. Un largometraje que pretende correr hacia la gloria con los músculos del drama y el corazón del terror, pero tropieza, inevitablemente, con las yardas de su propia ambición. Dirigida por Justin Tipping y producida por Jordan Peele, el nuevo sumo sacerdote del terror para un publico que no conoce ni el mismo genero y donde obviamente tiene que haber algo de conciencia social metida con calzador, la película convierte el fútbol americano en una mitología moderna, con dioses envejecidos y mártires universitarios.

Cameron Cade es un quarterback en ciernes que ha dedicado su vida y su identidad al fútbol americano. En vísperas del campeonato anual de fútbol americano profesional, Cam es atacado por un hincha desquiciado y sufre un traumatismo cerebral que podría poner fin a su carrera. Justo cuando todo parece perdido, Cam recibe un salvavidas cuando su héroe, Isaiah White, un legendario quarterback ocho veces campeón y megaestrella cultural, se ofrece a entrenar a Cam en el aislado complejo que Isaiah comparte con su esposa, Elsie White. 

Tipping estructura la historia en seis días, como si le negara al séptimo su descanso bíblico. Cada jornada es un capítulo de un exorcismo contemporáneo: el sudor como agua bendita, las pesas como instrumentos de penitencia. La película muta del realismo deportivo al delirio simbólico, recordando a UN DOMINGO CUALQUIERA filtrada por MIDSOMMAR. Y sin embargo, el terror no proviene de criaturas sobrenaturales, sino que el verdadero monstruo es la mentalidad del “sé el mejor o muere intentándolo”, esa religión civil estadounidense que canoniza a los jóvenes y los desecha cuando el cuerpo cede. El aislado complejo donde se desarrolla la historia —ese espacio aséptico y perfectamente simétrico— funciona como metáfora del sistema que critica. No es un gimnasio, sino una catedral corporativa. Las paredes blancas sustituyen los vitrales; los cascos, las coronas de espinas. Cada palabra de Isaiah suena a sermón. “La grandeza no se entrena, se padece”, proclama el veterano. Y su mirada, a medio camino entre la fe y la locura, revela que él mismo ha sido devorado por el mito de ser una estrella en la NFL.

La fotografía complementa esa tensión con un lenguaje visual que alterna entre la hiperrealidad y la alucinación. El balón se convierte en un ojo que observa; los rayos X revelan fracturas tanto físicas como morales. En las escenas más logradas, la cámara captura el instante previo al colapso: el silencio antes del impacto, la respiración que anuncia la caída. Los sonidos del gimnasio —el eco metálico de las pesas, el roce del guante sobre el césped sintético— se vuelven casi litúrgicos. Como si todo el film fuera una misa oficiada por atletas que no saben si están rezando o autodestruyéndose.


En cuanto al elenco, Tyriq Withers compone un protagonista complejo, más cerca de un mártir confundido que de un héroe convencional. Cam no busca la victoria, sino la validación de un sistema que lo va desangrando en cámara lenta. Marlon Wayans —lo mejor de la película— alejado del tono cómico que lo hizo célebre, encarna a Isaiah con una contención hipnótica: la calma del depredador que enseña a sus presas a correr. Julia Fox, como la esposa inquieta que habita el límite entre la sospecha y la complicidad, añade una energía teatral que acentúa el aura de perversión. Los secundarios orbitan con eficacia, aunque sin escapar del guion que los condena a ser satélites o simplemente "carne de cañón".


Pero EL MEJOR, como su protagonista, sufre las consecuencias de su propio exceso. El primer acto se alarga en la contextualización del trauma, el segundo explora más de lo que revela y robando minutos al metraje que no aportan nada y el tercero se entrega al espectáculo aunque no reinventa el genero y sus giros de guion son bastante predecibles. Aun así, su ambición es su mayor virtud. Tipping no busca complacer, sino provocar. Sus imágenes son más tesis que narración: cada golpe en el casco es una metáfora del capitalismo deportivo, cada lesión una confesión de culpa.


En definitiva y resumiendo: EL MEJOR tiene aspectos valientes que se lanzan al vacío con estilo, pero no siempre aterrizan con precisión, sino mas bien con torpeza. Su mezcla de terror psicológico y crítica social resulta interesante, aunque a ratos se ahoga en su propia pedantería impostada. Tipping demuestra ambición y mirada visual, pero su narrativa titubea entre la fábula y el manifiesto (donde posiblemente Jordan Peele haya metido sus zarpas). Visualmente es un videoclip moderno y temáticamente es pertinente, pero el film deja más preguntas que certezas. Un touchdown a medias: poderoso en la intención, irregular en la ejecución, donde Marlon Wayans sin duda, se lleva el MVP de la película.