Rian Johnson regresa al universo de "PUÑALES POR LA ESPALDA" con una entrega menos juguetona y más incisiva. Con el subtitulo de "DE ENTRE LOS MUERTOS" conserva la arquitectura del "whodunit" clásico, pero la utiliza como vehículo para una reflexión más ambiciosa: la fe entendida como construcción social, la hipocresía institucional y la verdad como elemento incómodo y disruptivo. Aquí, el crimen importa, pero importa aún más el contexto que lo hace posible.
El detective Benoit Blanc se une a un joven y honesto sacerdote para investigar un crimen totalmente imposible en la iglesia de un pequeño pueblo con una oscura historia.
Benoit Blanc (Daniel Craig) vuelve como figura central, aunque Johnson lo desplaza ligeramente del foco para convertirlo en catalizador más que en motor del relato. Su investigación sobre la muerte del monseñor Jefferson Wicks (Josh Brolin) parte de un crimen imposible que desafía la lógica. Sin embargo, pronto queda claro que la verdadera imposibilidad no reside en el “cómo”, sino en el sistema moral que ha permitido que todo encaje durante años sin hacer demasiadas preguntas.
El guion opta por una sátira más seca y contenida que en entregas anteriores. El humor sigue presente, pero ya no busca el chiste constante ni el guiño cómplice al espectador. Johnson prefiere incomodar antes que divertir, y lo hace dibujando una comunidad religiosa donde la fe pública convive con la corrupción privada. Cada gesto devoto esconde una omisión, cada discurso moral parece sostener una mentira necesaria. El ritmo es ágil, pero sabe detenerse cuando conviene, permitiendo que las revelaciones erosionen poco a poco la fachada ética del relato. La gran aportación de esta tercera entrega es el punto de vista del padre Jud Duplenticy (Josh O’Connor). Su personaje introduce una dimensión emocional y moral inédita en la saga. Jud no es antagonista ni simple testigo: es un creyente en crisis, atrapado entre una fe sincera y una institución que la ha pervertido. Su relación con el monseñor está marcada por una autoridad quebrada y una confianza imposible de recomponer, un vínculo que define gran parte del conflicto interno del filme.
Jud intenta mantenerse al margen de la investigación, convencido de que la neutralidad protege su vocación. Pero DE ENTRE LO MUERTOS es clara en su posicionamiento: no elegir también es una forma de complicidad. Su progresiva implicación no responde a un impulso heroico, sino a una necesidad ética. Jud representa al creyente que debe decidir si la fe sirve para ocultar o para revelar. A nivel visual y simbólico, Johnson convierte el espacio religioso en un escenario narrativo de primer orden. Confesionarios, púlpitos, criptas y vidrieras no son simple decorado, sino estructuras de poder y silencio. La puesta en escena refuerza constantemente la idea de que lo sagrado y lo corrupto conviven sin fricción aparente, protegidos por rituales que legitiman más de lo que cuestionan.
Los sospechosos incluyen a un médico borracho (Jeremy Renner), un escritor excéntrico (Andrew Scott), una abogada (Kerry Washington), su hermano derechista mucho más joven (Daryl McCormack), una ex violonchelista enferma (Caileigh Spaeny), la mano derecha del obispo (Glenn Close), su amante (Thomas Haden Church) y, por supuesto, el propio obispo. El principal inconveniente que encuentro en DE ENTRE LOS MUERTOS es el exceso de personajes en su reparto. Jeremy Renner queda prácticamente relegado a la irrelevancia, al igual que Scott, mientras que Kunis se limita a un rol plano y reiterativo como el lado de la ley que ayuda a Blanc. El peso dramático recae casi por completo en O’Connor. Junto a él, Brolin y Close son quienes disfrutan de los momentos más sustanciosos del guion, especialmente un Brolin entregado, que se mueve con evidente comodidad en un personaje hecho a su medida. Resulta llamativo, eso sí, que sea Daniel Craig quien salga peor parado: su Blanc aparece aquí sorprendentemente apagado, mucho más reactivo que proactivo, lejos de esa ventaja constante que lo definía en las entregas anteriores.
En definitiva y resumiendo: PUÑALES POR LA ESPALDA "DE ENTRE LOS MUERTOS" no alcanza el impacto rupturista de la primera parte, ni abraza la comedia mamarracha de la secuela, optando por densidad temática y ambición moral. Es menos pop, menos festiva, pero también más sobria y afilada. Johnson entiende que el género solo sigue vivo cuando se utiliza para incomodar y no solo para entretener. En última instancia, un "whodunit" que convierte el misterio en examen de conciencia. Una película que pregunta menos quién mató y más quién miró hacia otro lado. Y en ese desplazamiento de la intriga al juicio moral reside su mayor acierto.




