Los años 90 fueron fértiles para un tipo de cine que mezclaba ciencia ficción, acción desmedida y héroes improbables en mundos devastados. ASESINOS CIBERNÉTICOS (1995), dirigida por Christian Duguay y conocida internacionalmente como SCREAMERS, encarna con precisión ese espíritu. Basada en el relato "Second Variety" de Philip K. Dick y con un presupuesto de 20 millones de dólares, la película se ubica en ese terreno intermedio entre la serie B ambiciosa y el blockbuster menor. Su propuesta es atractiva: paranoia tecnológica, tensión bélica y acción distópica. Y aunque logra ofrecer momentos memorables, no consigue mantener la fuerza suficiente para convertirse en un clásico del género.
Thriller futurista ambientado en el año 2078. En un lejano planeta minero devastado por una década de guerras, un grupo de militares pretende aniquilar a unos androides que solamente se distinguen de los humanos por sus particulares chillidos...
Hay que decir que la puesta en escena al inicio, atrapa. Las dunas radiactivas, los cielos grises y los bunkers en ruinas transmiten un aire apocalíptico convincente, gracias a la fotografía de Rodney Gibbons, que construye un entorno visualmente cercano a un híbrido entre MAD MAX (1979) y ALIEN (1979). La primera secuencia de ataque, con los screamers emergiendo bajo la arena, son efectivas, perturbadoras y bastante violentas, el diseño de estas máquinas –cuchillas giratorias acompañadas de chillidos metálicos– aún conserva parte de su capacidad de impacto. Peter Weller, con su porte hierático y voz grave, encarna un líder curtido, fatigado, pero firme. Frente a él, Andrew Lauer aporta un contraste juvenil que introduce humanidad en medio del caos. La música de Normand Corbeil, con su mezcla de sintetizadores y percusión inquietante, ayuda a sostener la atmósfera, evocando el espíritu de aquellas noches de VHS noventeras cargadas de ciencia ficción oscura.
Sin embargo, la película pronto revela sus limitaciones. El guion, firmado por (ojo) Dan O’Bannon y Miguel Tejada-Flores, recoge la idea central del relato de Dick –la amenaza de máquinas que imitan a los humanos–, pero no logra expandirla con verdadera solidez dramática. Tras un primer acto prometedor, la narración se encalla en una segunda mitad irregular, más inclinada a repetir escenas de acción que a profundizar en el suspenso psicológico. Los giros argumentales, en particular los relacionados con las nuevas variantes de screamers, pierden fuerza por lo previsible de su desarrollo. El clímax, aunque resuelto con cierta tensión y sorpresa, carece del peso emocional y filosófico que sí se encuentra en otras adaptaciones del autor, como BLADE RUNNER (1982).
Los personajes secundarios, salvo destellos de Jennifer Rubin y Roy Dupuis, carecen de relieve. Funcionan más como carne de cañón que como figuras capaces de aportar capas narrativas. La duración de 108 minutos se percibe excesiva, con tramos redundantes de caminatas y diálogos expositivos que ralentizan el pulso. Frente a un referente como fue TERMINATOR 2 (1991) estrenada pocos años antes y capaz de equilibrar acción con dilemas existenciales, ASESINOS CIBÉNERTICOS se queda en un nivel más modesto, sin la ambición suficiente para sobresalir.
En el plano técnico, la película refleja de manera clara los recursos de su tiempo. Los efectos prácticos de los screamers –particularmente en su diseño mecánico– resultan efectivos, incluso inquietantes, pero el CGI de mediados de los noventa envejeció mal: explosiones digitales y criaturas renderizadas que hoy lucen más como prototipos de videojuego que como amenazas convincentes. La dirección de Duguay es funcional, capaz de mantener cierto ritmo, pero sin una visión estética distintiva. Aun así, el diseño de producción, con sus paisajes lunares y construcciones oxidadas, contribuye a un aura creíble que sostiene la inmersión.
En definitiva y resumiendo: Estrenada en 1995, pasó casi inadvertida en cines. Fue en los videoclubs donde encontró su lugar como pieza de culto, redescubierta por los aficionados a la ciencia ficción. Hoy, tres décadas después, su lectura sobre la evolución de la inteligencia artificial y la imposibilidad de distinguir entre humanos y máquinas adquiere una resonancia inesperada en plena era digital. ASESINOS CIBÉRNETICOS es una cinta que respira el espíritu de los noventa: imperfecta, limitada, pero con un encanto retro que la mantiene viva en la memoria de los fans. Brilla en atmósfera y consigue momentos de tensión genuina, pero su guion repetitivo y efectos envejecidos le impiden trascender. Una curiosidad para nostálgicos y seguidores de Philip K. Dick, más que un clásico indiscutible.
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