Sarah (Alison Brie) es una joven peculiar con
debilidad por los caballos, aficionada a las manualidades y a las series
policiacas sobrenaturales, cuyos sueños lúcidos irrumpen cada vez más en su
vida cotidiana.
HORSE GIRL (2020) del director Jeff Baena es un
gran paso adelante para el cineasta, después de películas como EN PECADO (2017) o AMOR ZOMBIE (2014).
Emparejándolo con la actriz Alison Brie (aunque Aubrey
Plaza también aparece en sus películas) es una visión única sobre la enfermedad
mental. Ciertamente le proporciona a Brie un papel suculento,
impulsado por un personaje que le permite demostrar su talento y es el tipo de
película indie que uno espera que Netflix siga haciendo. Es prácticamente la
única plataforma en la que una gran audiencia aún puede ver una película como
esta.
La Sarah de Brie es un papel intrigante para
ella. Sin esfuerzo empático, Brie siempre ha tenido una presencia
interesante, y efectivamente, no importa cuán loca se vuelva su personaje,
nunca pierde nuestra simpatía. Más bien, es una mirada ocasionalmente
aterradora de lo que es tener su sentido de la realidad lentamente arrebatado, donde,
en cierta medida, sabe que lo está perdiendo, pero no puede evitar ir dejarse
llevar.
Baena hace algo interesante al llevarnos directamente a la
mentalidad de Sarah. Desde el principio, sabemos que es un bicho raro, pasando
todas sus noches en casa obsesionándose con una serie policiaca llamada “Purgatorio”
(con los veteranos en estos papeles Robin Tunney y Matthew
Gray Gubler como las estrellas de la serie dentro de la película). Está
pendiente de su antiguo caballo, que se vendió sin su permiso, después de un
accidente (que prefiero no destripar). El problema comienza cuando Sarah
comienza a tener visiones extrañas y déjà vu, lo que la lleva a unas locas
creencias. Mientras tanto, su comportamiento cada vez más extraño, como
sonambulismo, rascar las paredes y empieza a destrozar cualquier relación que
tiene incluida una con su compañera de piso (Debby Ryan) y su
compañera de trabajo (Molly Shannon).
Tan loca como suena, ni Baena ni Brie
nunca te dejan perder la simpatía por la difícil situación de Sarah. Sabemos
que está enferma, y en un movimiento audaz, el último acto, puede partir al
espectador en dos, ya que algunos dirán que no se entiende y otros verán un
significado detrás de toto ello. Como resultado, la película adquiere una
calidad surrealista, de ensueño, tocando un poco las teclas de la ciencia
ficción, con la banda sonora de Josiah Steinbrick y Jeremy
Zuckerman con mucho sintetizador. En general, funciona bastante bien,
incluso si los toques surrealistas ocasionales desde la perspectiva de otros
personajes se sienten un poco fuera de lugar, como si no pudieran decidir si
estaban haciendo una película seria sobre una enfermedad mental o surrealista
al estilo de David Lynch.
En definitiva y resumiendo: HORSE
GIRL no una película perfecta (es un
poco desigual en términos de ritmo), pero sigue siendo un trabajo único y
convincente, con un papel de total exhibición para Brie y es una
señal para seguir la filmografía que vendrá por parte de Baena.
La actuación de Brie está a la altura de premio y prueba de que
ella es capaz de llevar una película “difícil” sobre sus hombros, aunque sin
duda es un largometraje que dividirá al publico.
HORSE GIRL (2020) del director Jeff Baena es un gran paso adelante para el cineasta, después de películas como EN PECADO (2017) o AMOR ZOMBIE (2014). Emparejándolo con la actriz Alison Brie (aunque Aubrey Plaza también aparece en sus películas) es una visión única sobre la enfermedad mental. Ciertamente le proporciona a Brie un papel suculento, impulsado por un personaje que le permite demostrar su talento y es el tipo de película indie que uno espera que Netflix siga haciendo. Es prácticamente la única plataforma en la que una gran audiencia aún puede ver una película como esta.
La Sarah de Brie es un papel intrigante para ella. Sin esfuerzo empático, Brie siempre ha tenido una presencia interesante, y efectivamente, no importa cuán loca se vuelva su personaje, nunca pierde nuestra simpatía. Más bien, es una mirada ocasionalmente aterradora de lo que es tener su sentido de la realidad lentamente arrebatado, donde, en cierta medida, sabe que lo está perdiendo, pero no puede evitar ir dejarse llevar.