Lo admito, me gusta el cine asiático, pero no soy muy fanático
de la Nueva Ola del cine japonés (1950 a 1970). Obviamente he visto alguna película
referente a ese movimiento, pero me resultan bastante aburridas, con esos
ritmos lentos y diálogos con demasiados silencios. Pero también es verdad, que
no todo tiene que ser así, y siempre había oído de un titulo del que mucha
gente habla maravillas. Esa película es DEMON POND (1970) dirigida por Masahiro Shinoda. Y
sinceramente, como me alegro de haberla visto.
Provincia de Echizen, verano de 1913. De camino a Kioto, el profesor Yamasawa atraviesa una aldea azotada por la sequía, perdida en medio de las montañas. Cerca se encuentra el estanque del Demonio, blanco de supersticiones para los habitantes. Efectivamente, si la campana de la aldea no suena cada día, el dragón atrapado en el fondo del agua quedará liberado y provocará un diluvio mortal. La llegada de Yamasawa a casa de Akira y Yuri, pareja encargada de hacer respetar esta tradición inmutable, pondrá pronto en peligro ese equilibrio.
Shinoda adapta una obra kabuki de 1913 dirigida por el dramaturgo Kyoka Izumi. Inicialmente el punto de vista del metraje resulta ser el de sus dos personajes masculinos principales, Yamasawa (Tsutomu Yamazaki) y Akira (Gô Katô) Dos hombres de origen urbano y moderno, que se encuentran en una región aislada y pueblerina, una región regada por leyendas y supersticiones. Yamasawa es pragmático. Él sólo cree lo que ve. Las extrañas costumbres de los campesinos agobiados por la sequía le sorprenden. Y solo en los primeros minutos vemos como una mujer del pueblo le ayuda quitarse el polvo de un ojo, utilizando un chorro de leche proveniente de uno de sus pechos. Su amigo Akira es una especie de buscador de leyendas folclóricas y por ello, más abierto a creer en ello, en lo extraño e inusual. Es curioso como los guionistas plasman esas dos mentalidades, con diálogos extensos, pero no por ello, aburridos.
Pero sin duda, y lo digo desde ya, la actuación del actor Tamasaburô Bandô ha pasado a ser una de las mejores interpretaciones que he visto en un largometraje. Bando realiza un doble papel, el de Yuri, la aldeana casada con Akira y de la princesa del estanque. Conocido como un actor tradicional de Kabuki, una forma de espectáculo que desde el siglo XVII presenta a hombres en el papel de mujeres. La reputación de Tamasaburô Bandô en esta especialidad llamada Onnagata es tal que le valió la mítica distinción japonesa de Tesoro Nacional Vivo. Como el personaje de Yuri, Bandô le da un halo de misterio y calidez al mismo tiempo, pero cuando actúa como la princesa del estanque, decir que esta sublime en su actuación es quedarse corto. Sin duda, solo por la escena cuando recibe una carta (no diremos de quien) es digna de enseñarse a todos los estudiantes de cine de las universidades.
Y si, DEMON POND es mas conocida por ser una película de fantasmas japonesa, pero en realidad eso es lo menos importante. Al fin de al cabo, la historia trata sobre la grandeza del alma de las personas (sobre todo centrándose en Yuri), la crueldad del ser humano, la codicia y la superstición de lo que es real o no. Temas tratados de una forma inteligente pero no por ello pedante, haciendo que el espectador reflexione sobre ello. Si no hay fantasmas en DEMON POND, esta película aún evoca un género de fantasía japonés, el dedicado a las historias de Yokai, estos espíritus chiflados y traviesos apegados aquí a la Naturaleza. El punto de vista es animista sobre los animales, pero también sobre los objetos (un sombrero está dotado de palabras).
En efecto, en DEMON POND la Naturaleza, por muy armoniosa y pacífica que parezca, lleva consigo una amenaza y una tensión contra los humanos, arrojada entre una sequía despiadada y la amenaza de una inundación. Redescubrimos el miedo japonés a los desastres naturales, terremotos y otros tsunamis. Aquí, si la Naturaleza no se desata es porque los humanos respetan un pacto con la princesa del estanque. El director Masahiro Shinoda nos ofrece en el tercer acto del relato, un espectáculo de efectos especiales que, a pesar de sus 43 años de antigüedad, deja boquiabierto al espectador. Un nivel de ingenio que es para aplaudir.
En definitiva y resumiendo: DEMON
POND es muy recomendable, pero es cierto que el espectador
occidental no esta acostumbrado a ciertas maneras de narrativa y sobre todo a
como se plasman ciertos aspectos de forma visual, y quien no este muy enterado
del folclore japones puede ir un poco perdido. Pero a pesar de ello, la historia
combina la originalidad de la forma y la imaginación del ser humano. DEMON POND es una
obra singular, con unos personajes y una mirada únicos, con una poesía cinematográfica
que contiene grandes momentos. Todo el acto que transcurre dentro del estanque,
es asombroso. Tamasaburô Bandô ofrece una actuación magistral. Solo
puedo decir de nuevo, que es una película que merece mucho la pena darle una
oportunidad, porque es algo que no se ve todos los días, y esa sensación en un
espectador, es una alegría y satisfacción.