Cuando las tramas de sus libros empiezan a parecerse demasiado a las actividades de un siniestro sindicato clandestino, la introvertida autora de novelas de espías Elly Conway y su gato se ven inmersos en el verdadero mundo del espionaje…, donde nada ni nadie es lo que parece.
Sin embargo, y ante la expectativa, emerge "ARGYLLE" (2024) como un oasis en el desierto de la acción de espías. Pero esta ocasión conviene dejar a un lado las anticipaciones; la película no transita el típico camino de la oscuridad y severidad propias del género. Se aventura más bien en una sátira consciente que fusiona comedia y espías de una manera que desafía las normas establecidas. Tal desviación no resulta sorpresiva si consideramos que proviene de la creativa mente de Matthew Vaughn, recordado por su aportación en 2015 con "KINGSMAN: SERVICIO SECRETO" (2014). Esta producción, recordada por dotar de estilo y comedia al mundo del espionaje, fue un éxito que engendró secuelas. Quien espere encontrar en "ARGYLLE" una continuación tácita de "KINGSMAN" rápidamente se percatará de su error. Vaughn, esta vez, se inclina hacia el absurdo y la parodia, comenzando con un protagonista que, lejos de tener credibilidad, roza lo risible.
La premisa se bifurca aún más en creatividad, cuando descubrimos que nuestro punto de entrada a la narrativa es un pasaje de la novela de Elly Conway, (Bryce Dallas Howard) quien, en giros metaficticios, se ve envuelta en un complot de espionaje real. Esta premisa evoca referencias a la clásica "TRAS EL CORAZON VERDE" (1984) o la más moderna "LA CIUDAD PERDIDA" (2022), donde la línea entre autor y aventura se difumina. Más que una trama convencional, "ARGYLLE" adopta un juego multidimensional, fluctuando entre niveles de realidad y ficción en un estilo que evoca la muñeca rusa. La película se erige en teatralidad y exageración irónica, cuestionando la propia identidad de su literatura y sus narradores. Por un momento se nos lleva a creer que Elly Conway existe, y su novela con ella. Sin embargo, descubrimos que Elly Conway no es más que otro elemento en la paleta de la película, blanqueando aún más los límites entre lo que es verdad y lo que es ilusión.
Este escenario posmoderno no sólo juega con la narrativa, sino que también se deja llevar por un desenfado estilo estético. El realismo no es el objetivo aquí; la diversión se encuentra en la exageracion de lo fantástico. Aceptar que "ARGYLLE" se regodea en su propia extravagancia es imprescindible para disfrutar de su peculiar tono de comedia de acción. Y es que el elenco se suma a la fiesta con una entrega que parece responder al caos con gracia, apoyando los vaivenes argumentales con aplomo.
En definitiva y resumiendo: la posibilidad de expandir "ARGYLLE" en una franquicia se contempla, aunque lo más posible es que no ocurra, debido al fracaso en taquilla. La originalidad reside en su frescura, en esa propensión a confundir y entretener que tan bien aprovecha. Los muchos giros y vueltas de guión así como el juego constante entre realidad y ficción, son divertidos. Quejarse de que algo es demasiado tonto o exagerado, no tendría que ser molestia para el espectador.