Terrores Nocturnos: El Legado (1978)

Dentro del mundo creativo que fue el cine de los años setenta, se gestaron producciones que, pese a su intento de destilar el espíritu de su tiempo, terminaron por caer en el olvido. Tal es el caso de “EL LEGADO”, una cinta de 1978 dirigida por Richard Marquand, que se nos presenta como una amalgama en el género del terror. Esta película hace alarde de una premisa prometedora, pero la ejecución redundante y con una narrativa demasiado lenta, impide que su idea inicial culmine en una llama impactante y perdurable.

Cuando Maggie (Katherine Ross) y Pete (Sam Elliott) llegan a Inglaterra, su felicidad se verá ensombrecida por una especie de influencia diabólica. Mientras pasan unos días en una casa de campo con unos amigos, el terror se irá apoderando de ellos, al ver que, poco a poco, todos los invitados aparecen asesinados en extrañas circunstancias. No obstante, Maggie acabará averiguando cuál es el origen de todo ese horror.

El argumento, un coqueteo con lo sobrenatural y el misterio hereditario, sirve como vehículo para una historia donde una pareja estadounidense se ve enredada en las garras de una imposición macabra durante un viaje por Inglaterra. La sospecha y el miedo, ingredientes básicos de toda obra de terror, son sazonados aquí con dosis mesuradas de lo grotesco y lo inesperado. Sin embargo, la película cede rápidamente a maniobras predecibles pero que al final todavía es capaz de cautivar al espectador. Katharine Ross y Sam Elliott brillan como protagonistas, haciendo lo que está en su poder para mantener a flote la narrativa que los rodea. Desafortunadamente, sus esfuerzos son minados por un guion que los mutila, incapaz de proporcionar un desarrollo para que sus actuaciones evolucionen más allá de lo superficial. La inclusión de Roger Daltrey, una apuesta tal vez destinada a inyectar una aura de relevancia cultural, se siente más como una anécdota interesante que como un aporte substancial a la trama.

En términos de estilo cinematográfico, Marquand, previo a su aporte en la saga galáctica de "STAR WARS", donde dirigío "EL RETORNO DEL JEDI" (1983) parece confinado aquí por una atmósfera que, aunque asfixiante, se ve en desventaja debido a su inconsistencia temática. La potencial personalidad de la mansión inglesa, que podría haber avanzado hasta convertirse en el epicentro del horror gótico, se ve eclipsada por la falta de una visión coherente que vincule el espacio con la psique de los personajes. Menciones honoríficas merecen ser dirigidas hacia Dick Bush, cuya labor de fotografía ofrece momentos de auténtico lirismo visual, y hacia los efectos especiales que, aunque anclados en la estética de una era previa a la digitalización, reflejan un ingenio y una dedicación que justamente evocan melancolía por la artesanía manual del pasado cinematográfico.

El score compuesto por Michael J. Lewis propone una adecuada sensación de inminencia, pero incluso la música se ve ensombrecida por la propensión de la trama a divagar en terreno conocido, desaprovechando sus compilaciones más emotivas en escenas que languidecen en lugar de aterrorizar. “EL LEGADO” se enfrenta a una paradoja peculiar: su deseo de entregar una historia cautivadora de terror se siente socavado por el abuso de clichés y giros de guion que ya estaban bien desgastados para finales de los setenta. Pese a ello, el filme tiene momentos, aunque fugaces, de genuina intriga y artificio visual. Estos destellos, no obstante, no compensan la sensación general de que la película podría haberse beneficiado de un enfoque más arriesgado y menos subyugado a las expectativas de su era en la narrativa del genero de terror.

En definitiva y resumiendo: “EL LEGADO” carece de la fuerza necesaria para ser recordado como una joya de su género. Aunque no es enteramente carente de mérito, los problemas arraigados en su ejecución y ritmo la relegan a un nicho de curiosidad, más que a un lugar de honor en la filmoteca de un aficionado al cine de terror. Aquellos que busquen experimentar ciertas partes genuinas, pueden encontrarla una fuente interesante de estudio; sin embargo, para la audiencia general, es probable que su visionado sea tan espectral como el propio legado que intenta plasmar.