El Captor quiere vengarse de Finn desde la tumba y escoge como objetivo a Gwen, su hermana pequeña. Gwen, una adolescente de 15 años con mucho carácter, empieza a recibir llamadas de un teléfono negro en sueños, acompañadas de inquietantes visiones de algo o alguien acechando a tres chicos en el campamento de invierno de Alpine Lake. Decidida a resolver el misterio y a acabar con el tormento de su hermano, Gwen convence a Finn para ir al campamento durante una tormenta de nieve. Juntos, los dos hermanos deberán enfrentarse a un asesino aún más poderoso desde la muerte.
Visualmente, BLACK PHONE 2 alcanza momentos de verdadera belleza espectral. La fotografía tiñe el paisaje de un azul mortecino que congela la mirada, evocando el aislamiento emocional de sus personajes. Derrickson conserva su gusto por el terror atmosférico, más sugerido que explícito, con ecos de EL RESPLANDOR y un simbolismo religioso que vincula el trauma con la fe. McGraw se consolida como el corazón de la película: su interpretación de Gwen, dividida entre lo divino y lo humano, dota al filme de una profundidad inesperada. Mason Thames por su parte, aporta gravedad a un personaje que parece arrastrar culpas invisibles. La música —firmada por Atticus Derrickson— acompaña el relato con disonancias inquietantes: susurros, respiraciones y crujidos eléctricos que recuerdan que el verdadero terror no siempre grita, a veces apenas vibra.
Y sin embargo, pese a su factura técnica impecable, la película tropieza en su propia red de símbolos. El guion se enreda entre flashbacks y largas exposiciones que entorpecen el avance. Durante casi media hora, la historia flota sin rumbo, acumulando ideas en lugar de emociones. Cuando finalmente llega el terror, este ya ha perdido fuerza, ahogado por su propio peso. Derrickson busca profundidad psicológica, pero la sustituye por un exceso de misticismo. El resultado es una obra más cercana al delirio onírico de la saga de PESADILLA EN ELM STREET que al realismo claustrofóbico de la película original. El Captor interpretado por Ethan Hawke, antes un depredador tangible, se convierte aquí en un fantasma de diseño, atrapado entre la copia y el homenaje.
BLACK PHONE 2 pretende ser una secuela ambiciosa, pero no siempre lúcida. Su mayor logro es la atmósfera; su mayor fracaso, el descuido de la empatía. En el primer filme, el terror nacía del encierro, de la sensación de que el mal podía tener la forma de un vecino cualquiera. Aquí, el terror se diluye en la abstracción: los sueños sustituyen a la carne, la nieve cubre las heridas, y el miedo pierde contacto con la realidad.En ese sentido, el largometraje, funciona como parábola sobre la herencia del dolor: un relato donde los fantasmas son tan reales como los recuerdos que intentamos olvidar. Pero esa noble intención se fragmenta en un exceso de simbolismo, en metáforas que no terminan de encajar. La película busca trascender su condición de secuela, pero termina siendo un eco estilizado, un reflejo empañado de su antecesora.
En definitiva y resumiendo: Al final, lo que queda es una sensación de melancolía. BLACK PHONE 2 no fracasa, pero tampoco logra trascender. Es un filme digno, inquietante por momentos, que confirma el talento visual de Derrickson, aunque también sus límites como narrador. Lo que en 2021 fue una llamada inesperada desde el abismo, hoy suena como un mensaje en el contestador: claro en su intención, pero distante, con demasiada interferencia entre el emisor y el oyente.El teléfono vuelve a sonar, sí. Pero esta vez, la voz al otro lado parece hablar desde demasiado lejos.



