La vecina perfecta (2025)

 

En el panorama contemporáneo del documental estadounidense, se estrena en Netflix el documental titulado LA VECINA PERFECTA (2025), de Geeta Gandbhir, que se erige como un ejercicio de observación radical. No pretende explicar ni reconciliar; su propósito es más austero y, por ello, más perturbador: obligar a mirar. Estrenada en el Festival de Sundance de 2025, donde obtuvo el galardón a Mejor Dirección de Documental de Estados Unidos, el filme rehúye del estilo habitual del género y se adentra en uno de los núcleos morales más oscuros de la sociedad norteamericana: la naturalización del miedo como justificación de la violencia.

Un pequeño desacuerdo entre vecinos en Florida toma un giro letal, con grabaciones de las cámaras corporales de la policía y entrevistas que indagan en las consecuencias de las leyes estatales de "stand your ground".

El punto de partida es un hecho real que condensa muchas de las tensiones raciales y legales del presente estadounidense. En junio de 2023, Ajike “AJ” Owens, una madre afroamericana de cuatro hijos, fue asesinada en Ocala, Florida, por su vecina blanca Susan Lorincz. El caso, trivial en su detonante y devastador en sus implicaciones, es examinado por Gandbhir con una sobriedad que despoja al espectador de toda distancia. La cámara no busca empatía ni dramatización emocional: simplemente se mantiene fija ante una sucesión de imágenes capturadas por cámaras policiales y de seguridad. De hecho, cerca del noventa por ciento del metraje proviene de estos registros directos, configurando una experiencia que desafía la comodidad del espectador y redefine el estilo del documental "true crime".


Gandbhir, realiza una puesta en escena minimalista que funciona como una autopsia social. En ausencia de narrador o entrevistas mediadoras, las grabaciones —fragmentadas, imperfectas, a veces incompletas— operan como retazos de una realidad que solo puede comprenderse desde la descomposición. Los sonidos, los silencios, los ruidos de fondo, las voces que se entrecortan: cada elemento sonoro se convierte en un componente narrativo que sustituye a una voz en off que actué como narrador. En ello  radica la fuerza del documental: en lugar de explicar, expone; en lugar de construir un discurso cerrado, abre un abismo ético. El caso Owens-Lorincz es también una parábola sobre el poder letal de la legislación. La directora contrapone la secuencia del crimen con los fundamentos de la ley de “Stand Your Ground”, vigente en Florida desde 2005, que autoriza el uso de fuerza letal sin obligación de retirada cuando se percibe amenaza. En la superficie, una defensa de la libertad individual; en la práctica, un dispositivo de legitimación del miedo racializado. Estudios del FBI citados en el propio filme documentan un aumento del 32% en los homicidios justificados desde su promulgación. El documental se vuelve, así, una interrogación colectiva: ¿a quién protege realmente la ley cuando el miedo tiene color?.


Sin embargo, esta misma pureza formal expone sus límites. La decisión de eliminar toda mediación interpretativa —narrador, contextualización histórica o análisis jurídico— puede ser complicado para el espectador casual. La experiencia de la violencia se impone sobre su análisis, y la emoción termina por desplazar la comprensión estructural. El espectador se enfrenta a la crudeza del acontecimiento, pero sin las herramientas suficientes dentro de ese racismo institucional o del derecho penal estadounidense. Gandbhir parece confiar en la inteligencia moral del público; esa confianza, aunque admirable, se transforma a veces en un discurso fragil. Otro elemento que se ha descubierto después de su estreno, es la cercanía personal de la directora con la víctima: Gandbhir ha reconocido que su cuñada era amiga íntima de Owens. El filme no lo menciona, y esa omisión plantea interrogantes éticos sobre la distancia necesaria entre testimonio y autoría. 


En definitiva y resumiendo: LA VECINA PERFECTA trasciende el registro del documental convencional. Es, una pieza de investigación cívica, un pensamiento sobre la justicia, y un testimonio visual del colapso de la confianza social. Gandbhir filma desde análisis y la cercanía del dolor, componiendo un relato donde la violencia realmente se vive a través de la pantalla. En una época donde el documental tiende a la espectacularidad, su gesto de contención y lucidez resulta profundamente político. Porque, al final, el terror que revela no está en la puerta que se abre, sino en la certeza de que podría ser la nuestra.