En el año 2016 llego a las salas ZOOTRÓPOLIS, una verdadera sorpresa por parte de Disney, una película de animación que cautivo a adultos y publico infantil, gracias a las (des)venturas del dúo protagonista, la conejita Judy y el zorro Nick. Dirigida por Byron Howard, Rich Moore, Jared Bush, acabo recaudando más de mil millones de dólares y conquistó el Óscar a la mejor película animada. Estrenada el 26 de noviembre en Estados Unidos, justo para el fin de semana de Acción de Gracias, no es solo una secuela mas, sino otra "buddy movie" con animales antropomórficos, que demuestra la maduración de Disney: un estudio que, triunfa en sus películas de animación pero que tropieza en sus "live-actions", dominando el arte de equilibrar la nostalgia con mensajes frescos y optimistas sobre identidad, prejuicios y unidad en un mundo donde cada animal es diferente.
Judy y Nick se encuentran tras la retorcida pista de un misterioso reptil que llega a Zootopia y pone patas arriba la metrópolis de los mamíferos. Para resolver el caso, Judy y Nick deben ir de incógnito a nuevas partes inesperadas de la ciudad, donde su creciente asociación se pone a prueba como nunca antes.
Judy y Nick siguen siendo los mismo personajes que la original, cómodamente familiares, teñidos de una madurez ganada y carisma irresistible: Judy es una heroína curtida, vulnerable en su idealismo pero determinada con un espíritu inquebrantable; Nick tiene un cinismo juguetón cargado de lealtad profunda y humor encantador, con unos diálogos que siguen funcionando con mucho humor. La serpiente Gary se incorpora en esta secuela con carisma magnético —su voz suave subvierte el estereotipo de que las serpientes son malvadas—, aportando una frescura que eleva el conjunto y añade toques de humanidad. El espectador percibe su complicidad, frustración y evolución en un paquete accesible y emotivo, con momentos de química que recuerdan lo mejor de la primera entrega y que mantienen la sonrisa en el espectador durante todo el metraje.
El estilo de animación en ZOOTRÓPOLIS 2 es un despliegue técnico impresionante y visualmente deslumbrante que expande el universo original sin traicionarlo, priorizando fluidez e inmersión con un toque de magia moderna. Manteniendo la paleta colorida y vibrante de 2016, los directores (esta vez sin la participación de Rich Moore) aprovechan una década de avances en 3D CG para enriquecer Zootropolis con biomas inéditos: el húmedo "Marsh Market", un hotel abandonado encima de un acantilado brumoso o un festival de música en medio del desierto. Cada frame rebosa detalle: bromas en carteles (“Ewe Tube”, “Zoogle”), "huevos de pascua" sutiles a clásicos Disney y una secuencia destinada al publico adulto amante del genero del terror, que seguro os va a sorprender, haciendo que los espectadores reciban guiños ingeniosos. La secuencia de persecución en Marsh Market destaca como una de las más ambiciosas y emocionantes de Disney reciente: coreografías dinámicas integran multitudes caóticas, reflejos en charcos y luces dinámicas que crean una inmersión total, con movimientos fluidos que capturan el pánico de Judy y la astucia serpentina de Gary de manera espectacular. La expresividad facial es magistral —ojos desorbitados en pánico, siseos sutiles, colas que traicionan emociones—, y el diseño de especies respeta la lógica animal: tortugas lentas en diálogos eternos, serpientes sinuosas que se enroscan con amenaza velada. Aunque opta por una espectacularidad cómoda en algunos tramos, es animación impecable que redefine la vitalidad de Zootropolis con elegancia, precisión y un encanto que deja boquiabierto.
ZOOTRÓPOLIS 2 lanza mensajes profundos pero accesibles al público infantil, envueltos en el velo de la comedia para enseñar sin sermonear y con un optimismo contagioso. El núcleo es la amistad improbable: Judy y Nick, presa y depredador, demuestran que las diferencias fortalecen, no dividen, fomentando coraje, empatía e integridad. La llegada de reptiles como Gary enseña a no juzgar por estereotipos, explorando prejuicios de forma lúdica e ideal para conversaciones post-película sobre ser tratado injustamente, todo con un tono juguetón y positivo. Temas como perseverancia (Judy no se rinde ante dudas) y trabajo en equipo resuenan en la conspiración, donde el dúo une a excluidos para exponer una discriminación histórica, convirtiendo lecciones de coexistencia en un “caballo de Troya” narrativo lleno de esperanza. Para peques, hay valor en la empatía: Gary, herido por exclusión, muestra que el “otro” merece oportunidad, sin una moralidad impostada. En una era polarizada, celebra cómo las diferencias hacen especial una comunidad, con acción moderada que motiva sin asustar y humor que distrae de la seriedad, dejando a niños optimistas y felices saliendo de la sala de cine. Es educación disfrazada de diversión, efectiva y sutil en su impacto transformador.
Narrativamente, maneja con gracia algo de predictibilidad —giros de guion, algunos obvios, momentos de ritmo irregular — y un exceso de referencias a la original que genera ecos encantadores de déjà vu, pero su ingenio narrativo sugiere más de lo que muestra. Del "reparto" secundario destacar a Nibbles, la castora que ayuda a los protagonistas, gracias a que tiene un podcast donde intente desvelar porque en Zootrópolis hace mas de cien años que los reptiles no tienen una zona para vivir como los demás animales.
En definitiva y resumiendo: ZOOTRÓPOLIS 2 esta un escalón por debajo de la original, pero perdura por su encanto inclusivo y corazón. Entretiene y reflexiona con solidez y alegría, capturando contradicciones humanas del ser animal: prejuicio, lealtad, reconciliación. Es una secuela sólida, vibrante y con mensajes relevantes, con animación espectacular, lastrada solo por leves ecos de familiaridad, pero ideal para fans y familias que buscan diversión que realmente funciona y donde no es solo una secuela realizada para sacar dinero en taquilla con el mínimo esfuerzo, algo que es de agradecer.




