Studio 54 fue el epicentro del hedonismo de los años 70, un
lugar que redefinió los clubs y que acabó convirtiéndose en símbolo de toda una
época. 39 años después, este documental cuenta la historia que hay detrás de
este gran club.
Los clubs nocturnos se aprecian mejor desde la distancia (o no)
y se ven geniales en las películas. ¿Quién no mira la escena de apertura de la película
BOOGIE NIGHTS (1997)
sin querer entrar de inmediato y ponerse a bailar en la pista de baile de la
discoteca? La realidad es bastante diferente, pero en el nuevo documental de Matt
Tyrnauer sobre la legendaria discoteca Studio 54 en Nueva York, la
fantasía y la realidad bailan juntas.
STUDIO 54 (2018) se centra en la relación de los fundadores Steve
Rubell e Ian Schrager, su reunión en la universidad, la
construcción del club en 1977, y su eventual encarcelamiento por no declarar $
2.5 millones de ingresos (entre otras ofensas). La narrativa está dirigida en
gran medida por un Schrager de 71 años (Rubell
murió de SIDA en 1989), quien comenta las famosas e infames historias de la
discoteca durante su apogeo en su (escasos) 33 meses. A través de imágenes y
fotografías de archivo editadas con música Disco, Tyrnauer les da
a los espectadores una idea de cuán grande, popular y surrealista fue la
experiencia del Studio 54.
Hay un cierto elemento al estilo de EL LOBO DE WALL STREET (2013)
en la historia, y al igual que la película de Scorsese,
aceleramos a través del hedonismo ilegal de la discoteca, a los esquemas de Rubell
y Schrager para sobrevivir en la prisión, a revelar información
delicada sobre sus clubes nocturnos rivales al IRS por una sentencia reducida. Pero,
aunque el Studio 54 era un paraíso para el sexo, las drogas y las celebridades,
Tyrnauer tiene cuidado de resaltar tanto su inclusión como su
exclusividad. Uno podría ser abiertamente gay y transgénero dentro del club,
sin ser juzgado, atacado o asesinado por el mundo exterior, pero Rubell
podría rechazar a las personas por rostros sin afeitar o por usar sombreros
inadecuados.
Aunque la historia de STUDIO 54 se cuenta con maravillosos detalles, el entorno
familiar detrás de escena no está cubierto con suficiente profundidad. Tenemos
destellos de la intensa amistad de Schrager con Rubell,
particularmente cuando hablamos de su muerte, pero las conexiones familiares se
dejan de lado en gran medida por la locura del club y el escándalo. La fantasía
es el foco, más que las emociones del mundo real.
En definitiva y resumiendo: Aunque el espectador más
prudente y sensible no se acercaría a las puertas selectivas de Studio 54,
existe un deseo secreto de que se le permita entrar. Este documental es lo más
cerca que llegaremos, siento interesante, curioso y una recomendación, aunque
no seas fanático de la música disco u otro tipo de mundos nocturnos.