El vengador tóxico (2023)

 

En 1984, Troma lanzó al mundo EL VENGADOR TÓXICO, una película de bajo presupuesto que combinaba violencia extrema, humor absurdo y sátira social. Con el tiempo, se convirtió en un ícono del cine de culto, ejemplo perfecto del trash cinema y que dio para tres entregas mas, una serie de comics bajo el sello de Marvel e incluso una serie de dibujos animados destinada al publico infantil. Por fin, ya en pleno año 2025, nos llega un "reboot" bajo la batuta del director Macon Blair revive al antihéroe que no solo actualiza el mito, sino que también demuestra que todavía hay espacio en la gran pantalla para propuestas irreverentes y marginales.

Winston Gooze, un conserje gris y explotado, sufre un catastrófico accidente tóxico, que lo transforma en nueva evolución de héroe: El Vengador Tóxico. Ahora, Toxie debe pasar de ser un paria a un salvador, enfrentándose a despiadados señores corporativos y fuerzas corruptas que amenazan a su hijo, sus amigos y su comunidad. En un mundo donde la codicia corre desenfrenada… la justicia se sirve mejor radiactiva.

Uno de los elementos más llamativos en torno a EL VENGADOR TÓXICO ha sido su accidentado recorrido hasta las salas de cine. La película se rodó en 2021, pero no se ha estrenado hasta 2025. Este retraso de casi cuatro años se debió a una combinación de factores industriales y estratégicos. En primer lugar, la posproducción resultó más compleja de lo anticipado. La película dependía de un delicado equilibrio entre efectos prácticos y digitales, lo que exigió múltiples ajustes y revisiones. Macon Blair, además, se mostró meticuloso en la búsqueda de un acabado visual que honrara la estética grotesca de Troma, pero con los estándares técnicos de Legendary, lo que ralentizó aún más el proceso. A ello se sumaron las dificultades con la distribución. El tono excesivo y grotesco del filme generó dudas en cuanto a su encaje en calendarios de estreno más convencionales. La pandemia, que ya había alterado la industria, retrasó otros proyectos y saturó el mercado, relegando esta producción a un segundo plano. Finalmente, en un momento donde parecía que nunca vería  la luz este proyecto (a pesar de haberse proyectado en diferentes festivales de cine) llego la distribuidora Cineverse (casa del payaso Art de TERRIFIER) y compro los derechos para poder estrenar la película en medio de blockbusters más convencionales. El resultado es que, pese al retraso, el filme llega con un aura de rareza que, paradójicamente, refuerza su identidad como producto atípico dentro de la cartelera.


El filme deja claro desde el inicio que no busca complacer al público general. La violencia gráfica, el gore desbordado y el humor grotesco marcan el tono. Decapitaciones, mutaciones, sangre a chorros y chistes escatológicos conviven en un carnaval de excesos. Esta apuesta deliberada por lo desagradable es tanto su sello como su filtro: quien entre en el juego encontrará diversión; quien no, saldrá espantado. El estilo visual actualiza con mayor presupuesto los desvaríos de Troma, intentando mantener el espíritu libre y corrosivo del original pero adaptada a los tiempos modernos. Lo que en los años 80 era precariedad se transforma aquí en estilización del mal gusto, y lo cierto es que funciona como espectáculo bizarro.


Más allá del gore, el corazón de la historia sigue intacto: un hombre común que, tras un accidente tóxico, se convierte en un monstruo y, desde esa monstruosidad, imparte justicia contra corruptos y criminales. La película conserva la crítica social contra la avaricia corporativa y los abusos de poder, esta vez con un enfoque más frontal. Blair logra que el reboot no sea solo una acumulación de referencias, sino un relato con identidad propia. La sátira funciona, ya que lanza dardos contra todos los estilos de vida, política y preferencias actuales, incluso si en ocasiones se pierde en su propio exceso.


El mayor acierto del filme está en su elenco. Peter Dinklage aporta profundidad emocional a un personaje que podría haberse quedado en simple grotesco. Kevin Bacon, como villano, es una caricatura deliciosa del empresario sin escrúpulos. Elijah Wood se lanza sin miedo a la excentricidad como el jefe de los sicarios que dirige el personaje de Kevin Bacon y Jacob Tremblay añade un contrapunto emotivo que equilibra la balanza y que hace un altavoz de la juventud que tiene trastornos del espectro autista siempre desde el respeto. Gracias a ellos, EL VENGADOR TOXICO no es solo una orgía de vísceras: también hay humanidad en medio de la deformidad.


La película, sin embargo, tiene ciertos problemas. Su dependencia del shock puede cansar al espectador casual y el guion a veces se apoya demasiado en la acumulación de escenas grotescas, sacrificando fluidez narrativa. El ritmo en algún momento puede parecer irregular: momentos brillantes conviven con pasajes estirados que no añaden demasiado -sobre todo en el primer acto- y el casi todo el gore esta realizado por CGI, algo que no impacta como unos buenos efectos prácticos y que hubieran ido mas en concordancia con el espíritu de la original. Aun así, en comparación con la original, el reboot tiene un mejor equilibrio narrativo. Es excesiva, sí, pero también más coherente en su propuesta que presenta.


En definitiva y resumiendo: EL VENGADOR TÓXICO no es una obra redonda, pero sí un ejercicio peculiar que combina la nostalgia con el intento de modernizar una franquicia improbable. Su mayor mérito radica en mantener el espíritu irreverente de Troma vivo dentro de una producción en estos tiempos modernos, aunque a costa de perder parte de la crudeza que hacía único al original. Con sus aciertos y sus irregularidades, la película se sostiene como una propuesta que merece ser vista más por lo que representa que por lo que logra narrativamente. En este sentido, se convierte en un testimonio de cómo los márgenes del cine independiente y underground pueden, bajo ciertas condiciones, encontrar un lugar en la gran industria. No es solo una película que busca entretener: también es un recordatorio de la importancia de preservar un legado incómodo, grotesco y, al mismo tiempo, profundamente subversivo. El público casual que acuda esperando una experiencia similar al cine de superhéroes convencional probablemente se sentirá desconcertado. Pero quienes aprecien lo extraño, lo excesivo y lo políticamente incorrecto encontrarán en esta versión un producto imperfecto pero fascinante. El retraso en su estreno, lejos de debilitarla, parece haber contribuido a su condición de rareza dentro del panorama actual. Y quizás, precisamente por eso, el reboot logre abrirse camino como una película de culto para una nueva generación.