Cuando MIÉRCOLES irrumpió en 2022, lo hizo con un golpe de aire fresco: un personaje icónico reinventado, una atmósfera gótica pero pop, y un equilibrio perfecto entre lo macabro, el misterio juvenil y la ironía. La primera temporada convirtió a la serie en un fenómeno cultural, viralizó escenas, multiplicó fanarts y consolidó a Jenna Ortega como la intérprete ideal de una generación que pide a gritos personajes femeninos distintos. Sin embargo, la llegada de la segunda temporada, especialmente en su segunda parte, deja un sabor amargo: lo que fue un hallazgo se convierte ahora en un exceso, y lo que era singular empieza a sonar a repetición.
La crítica principal que se le puede hacer a esta nueva tanda de episodios es la tendencia a inflarlo todo. El éxito inicial ha empujado a la serie a un terreno de mayor presupuesto, más personajes, más sub-tramas y más consciencia de sí misma. El resultado es una especie de “árbol de Navidad” narrativo: cargado de adornos, pero tan recargado que pierde el encanto de lo simple. En la primera temporada, cada detalle sumaba; en esta segunda, muchos elementos parecen puestos por obligación, como si hubiera que llenar de capas el guion para justificar su importancia.