
Los muertos vivientes o zombies en el cine siempre han sido
objeto de una serie de largometrajes bastante sorprendentes, cada uno más o
menos interesante, especialmente en términos de guion y dirección. La obra
maestra indiscutible para bastantes espectadores sigue siendo LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVOS (1968) de George A. Romero. Seis años
después, en 1974, cuando el proyecto ya llevaba un tiempo inactivo, Jordi
Grau, director español de CEREMONIA SANGRIENTA (1973), acepta el rodaje de NO PROFANAR EL SUEÑO DE LOS MUERTOS (1974), e inspirada directamente en el clásico de Romero.
Pero a diferencia de LA NOCHE DE LOS MUERTOS
VIVIENTES, la película es en color, rica en violencia explicita,
plantea una plausible reflexión sobre el incumplimiento de la política
ecológica, ignorada y por tanto apoyada por una sociedad británica
conservadora, coronada por una represión policial abusiva y racista. Un
contexto ciertamente ficticio, pero que no deja de evocar, a lo que ocurre hoy
en día en ciertos países.
Los cadáveres de una morgue inglesa próxima a una abadía de
Manchester vuelven a la vida a causa de un experimento del gobierno que utiliza
ultrasonidos para combatir la contaminación. Pero el experimento consigue
también que los insectos de la zona enloquezcan y se devoren unos a otros. Al
mismo tiempo, los muertos salen de sus tumbas con hambre y sed de venganza.